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Farmacéutico. Profesor Titular en la UDO. Consultoría y Asesoramiento en planificación, organización y gerencia. Coaching. Políticas públicas. Estudios de especialidad, maestría y doctorado.

domingo, 8 de enero de 2012

Viaje al Roraima (II)

Luego de aquel primer viaje a La Gran Sabana, en alguna ocasión con mi padre, en otras como parte de mi trabajo y el más reciente, a finales de noviembre y comienzos de diciembre de 2011, la visita del Roraima ha profundizado el sueño en tanto deseo de estar en la cumbre del tepuy. Se trata de una excursión exigente, aunque no tanto como la pintan muchos de quienes han coronado sus alturas. Obvio, muchos lo hacen para “embombarse” una vez han concluido el recorrido que arranca en la población de Paraitepuy, a donde se llega a través de una carretera de tierra que se abre desde la vía principal en el sitio poblado de San Francisco de Yuruaní. En el puesto de control para el inicio del ascenso, se contratan los “porteadores”, indígenas conocedores de la zona que por una asignación diaria, prestan el servicio de traslado del equipaje y los aperos de viaje desde aquí hasta la cumbre Roraima. Su contratación es una necesidad por múltiples razones entre las que basta citar solo una: Colaboran con los viajeros en el cruce de ríos y el ascenso a la cumbre, al menos dan ánimo y de ser necesario colaboran tendiendo una mano cuando se hace necesario.
Es necesario llegar a ese punto temprano en la mañana. Desde allí iniciaremos el recorrido que sobre topografía de lomas y caminos archirrecorridos, nos llevaran al primer campamento en la culminación del primer día de jornada. La pernocta se hace en el campamento que se levantara cercano a las orillas del Rio Tek. El segundo día avanza desde esta posición hasta el campamento denominado La Base, cuyo nombre se debe a que en el sitio estuvo funcionando una base de entrenamiento militar. Comentan que hasta allí, la topografía resulta benévola en sus accidentes geográficos y ya en este punto se aprecian las virtudes caracterológicas del Roraima, las cuales nos sorprenderán al tercer día, durante el ascenso. He visto fotografías realmente espectaculares, tanto las que me ha mostrado la cuñis Estilita, como las que nos presenta Charles Brewer-Carias en su último libro: Entrañas del mundo perdido”, texto que servirá de base para algunos comentarios e información que ha de nutrir lo que será nuestro viaje al padre de los tepuyes en el tercer cuatrimestre del año en curso. De Charles como lo conoce medio mundo, se pudieran escribir muchas cosas, tantas como las que nos llenaban de entusiasmo en sus entrevistas a Renny Ottolina en el programa diario a mediodía cuando era invitado para dar a conocer los preparartivos e interés de sus excursiones al sistema de tepuyes en Guayana como en los programas que hacían a posteriori, para mostrar y dejar evidencia de lo realizado.
Al tercer día comienza el ascenso a la cumbre del Roraima. La ruta que se sigue es la misma por donde en 1884, hace ciento veintisiete años, ascendieron Everard im Thurn y Henry I. Perkins quienes alcanzaron la cumbre el 18 de diciembre de aquel año acompañados de obreros del Pomerón “que los habían acompañado en su largo viaje desde Georgetown” (Brewer-Carías y Audy, 2011: 95), cuestiones que explicaremos más adelante. Se trata de una ruta en ascenso hacia unos 400 metros desde la superficie en el campamento La Base, de cara al Kukenan, tanto al río como el tepuy del mismo nombre, por camino pedregoso que bordea la pared en forma diagonal, conocida como La Rampa. Es el trecho de mayores dificultades y donde verdaderamente se ponen a prueba, más que las condiciones físicas de las personas, la convicción de sus fortalezas internas en equilibrio de emociones y espiritualidad así como las convicciones propias en relación con nuestras capacidades. Apuntan quienes ya realizado el ascenso que el momento de las emociones más intensas, antes de alcanzar la cumbre, ocurre en el llamado “Paso de las lágrimas”, punto en el que más de uno no solo llora sino que decide devolverse cuando apenas se está a unos cuarenta minutos de alcanzar lo que sin duda ha de ser uno de los mejores momentos de la existencia: La cumbre del Roraima.

viernes, 6 de enero de 2012

Viaje al Roraima (I)

Viaje por primera vez a La Gran Sabana hace unos veintitantos años. Lo hice en compañía de mis tres hijos, Mario, el mayor, Eugenia y Javier, los morochos y menores. Fue un viaje de ida cumplido en dos etapas. Salimos desde Ciudad Bolívar poco después de mediodía. Pasamos Puerto Ordaz y San Félix, recodamos por Upata vía Guasipati y llegamos a El Callao con buen tiempo. Allí nos detuvimos y entramos para conocer el pueblo. Luego de un breve recorrido, continuamos viaje pasando por Tumeremo donde cargamos gasolina y avanzamos hasta el Ochenta y ocho donde, dado el avance de obscuridad nocturna decidimos pernoctar. Creo que Eugenia aún guarda las facturas de la cena y el pago de las habitaciones aquella noche. Debo señalar que estrenábamos vehículo, recién adquirido de la agencia.
Despertamos y estuvimos listos para continuar temprano en la mañana. Desayunamos en las cercanías de la única estación de gasolina en el pueblo y cargamos combustible. Arrancamos hacia Piedra de la Virgen emocionados. Nos sorprendió la espectacularidad de la formación rocosa que a través de su forma y manchas nos presentaba el rostro de una virgen. Paremos por un momento para apreciar la magnitud de este realidad natural, tomamos algunas fotografías, sentimos la temperatura del agua y continuamos hacia nuestra próxima parada en el salto Del Danto. Allí bajamos hasta donde nos fue posible para apreciar la caída libre del agua en la cascada. El ruido y la fuerza del agua, temor ante la magnitud de lo natural.
Continuamos el ascenso. Pasamos uno y otro lugar hasta el aviso que nos indicaba la proximidad del Monumento al Soldado Pionero. La verdad, fue sorprendente el ascenso por la pendiente de la carretera, llegar al máximo de elevación de la misma y ver frente a nosotros, en la curva hacia la izquierda, la espectacularidad de la sabana en el cambio de la vegetación de selva a esta que ahora se abría ante nosotros con tonos verdes claros, amarillos y una gama cromática que nada tenía que ver con lo que acabamos de dejar atrás. Nos detuvimos en el monumento, nuevas fotografías, observamos la sabana en toda la longitud y ancho de su esplendor. A lo lejos, muy lejos, un tepuy, ya habíamos avistado los de la Sierra de Lema la tarde anterior. Las emociones iban en crescendo.
Clima fresco, buena y segura carretera, continuamos la ruta. Kamoiran, la previsión de cargar combustible nuevamente, Kamá, la alcabala en el Fuerte y el desvío hacia hacia Luedpa, sitio de ocio y recreo presidencial, puesto a punto por el impulsor de la Conquista del Sur. De nuevo, avance por la carretera que cual serpiente, se aprecia desde los lugares altos en sus curvas, unas y otras, cual reptil, no avanzando, esperando por sus visitantes. Cuando, en que momento, no lo sé. Solo recuerdo haber lanzado la mirada a mi izquierda para quedar prendado cual amor a primera vista de aquella mole alta y larga que nos acompañaría, mostrando diferentes facetas de su anatomía a los largo de un buen trecho. Avanzaba y no quería ni podía apartar mi mirada. Por momentos, la nubosidad de la zona y la suya, lo ocultaban de nuestra vista. Aparecía de nuevo, mostrándonos su magnificencia, su esplendor, la fuerza de su energía.
Era el Roraima, tepuy de los tepuyes.
La carretera nos guiaba. Quebrada Pacheco, Quebrada de Jaspe y otros sitios de interés para el visitante. Llegamos a nuestro destino. Recién un joven emprendedor acondicionaba un sitio turístico, unas cabañas y habíamos conversado bastante, porque me correspondió convencerlo de que me recibiera en las cabañas que aún no terminaba de amoblar. Luego de varias llamadas telefónicas y del correspondiente depósito bancario, habíamos llegado hacia las cuatro o cinco de la tarde. Nos instalamos, cada quien tomo su reconfortante baño y nos dispusimos para el avance hasta Santa Elena. Recorrimos el poblado y regresamos para dormir. La imagen del Roraima se mantenía en mi memoria.
Durante tres días visitamos los distintos sitios de interés turístico de la zona. Nos bañamos en ríos y quebradas. Nos lanzamos en toboganes naturales. Comimos rodicios brasileros en La Línea y tiempo hacia no veía y saboreaba una “media jarra” de cerveza, aunque nunca igual o similar a las nuestras. De nuevo hube de apreciar “el padre” de los tepuyes. Se mostraba, se ocultaba, llamaba cada vez más mi atención. Llegó el día del regreso y en mi mente dos cuestiones: La historia de la laguna encantada que se ubica, carretera por medio, frente al sitio donde acampamos. La otra, la posibilidad de ver de regreso al Roraima. Visto ahora de una manera diferente, ya no de espaldas, ahora de frente. Así lo vi…
En el viaje de regreso, hay una curva en lo alto desde donde se parecía el tepuy en toda su magnificencia. Así lo vi. Al verlo me plantee la posibilidad de conocerlo tan cercanamente como me fuese posible. Averigüé y había formas, unas más arriesgadas que otras. Decidí que algún día posaría la planta de mis pies sobre la roca magnifica. No pensaba si por aire y directamente, si por tierra con todo sacrificio. La subida al Roraima se convirtió para mi, en un sueño a cumplir mientras la vida estuviese allí para mí. Mientras mi existencia en este plano pudiera ofrecerme la oportunidad de hacerlo.
Y saben que, ha llegado la oportunidad de subir a su cumbre. Estilita, mi cuñada, acompañada de Amada María, me señalan el camino. Si se puede. Dos mil doce se ha convertido en la fecha adecuada para alcanzar esa meta. En septiembre u octubre de este año aspiramos llegar al Roraima vía terrestre. Ahora estamos organizando un grupo. Obvio, María Eugenia me acompañara con todo y sus fobias a las alturas. La ventana nos espera y allá iremos. La fuerza y la energía que estoy seguro allí encontrare y alcanzare, generaran un cambio importante en mi vida. Tal vez allí concluya la inflexión que inició su desarrollo hace trece años, cuando despuntaba los cincuenta. Después del Roraima nadie detendrá nuestro avance y crecimiento en todos los órdenes. Así lo siento, estoy seguro que en 2012 haremos “cumbre” en el Roraima ….

jueves, 5 de enero de 2012

Lecturas al final de 2011 y comienzos del 2012

Termino el año leyendo un texto muy particular, “Virgen a los treinta” de Vivian Sleiman, (Planeta, octubre de 2011). Controversial, ajeno a técnicas narrativas de interés, el libro deja muchas dudas en cuanto al tema central y suena a revancha ante Bob, el come dulce de las grandes ligas, por haber dado pie a que terminara la relación sentimental que sostenía con la autora, dejando de lado la entrega a la que ella estaba dispuesta. Como hombre, el pelotero queda muy mal parado, no porque no se atreviera a la asunción del compromiso que ella esperaba a cambio de que este penetrara la virginidad material de su cuerpo – cuestión a la que ella estaba dispuesta -, sino porque si lo afirmado por ella en relación a él, es cierto, el pelotero resulta ser una gran patán. El libro dejara mucho a la discusión de lo ético y los valores. Hay que reconocer la valentía de su autora al atreverse a la publicación de tales intimidades ante el mundo machista de habla hispana y el reto a los fundamentalismos de la cultura erótico sexual y familiar del oriente cercano en las tradiciones libanesas. Concluí su lectura el sábado treinta y uno de diciembre en horas de la mañana, antes de partir a un buen día de playa en Punta La Cruz, ensenada de Guanta, estado Anzoátegui.
Inicio el 2012 con un libro para el aprendizaje y la distracción erudita. Alberto Soria (Alfa, noviembre 2011 en segunda edición, la primera del año 2007), nos acerca al extraordinario mundo del whisky. “Mi whisky, Tu whisky, El whisky” representa un mar de conocimientos sobre la materia, que nos lleva a disponer un mayor control y ocupación en cuanto a la calidad de lo que en esta materia ingerimos como legado de los campesinos escoceses que con este destilado de finales del siglo XV (Los primeros destilados datan, según el autor, de 1494, dos años después de la llegada de Colón a tierras del continente americano), han afirmado una de la mejores expresiones de la legitimidad en cuanto denominación de origen. Es un buen libro, interesante de verdad y, a la salud de todos…
La historiografía venezolana de los primeros momentos en cuanto a su devenir, hizo uso abusivo de la historia como hipérbole ciclópea de lo que había de considerarse prácticamente un acto de los dioses encabezado por El Libertador. La formación de historiadores profesionales y su actividad de investigación, viene acercándonos a un mundo de la historia venezolana mucho mas apegada a la verdad de los acontecimientos. Desnudando virtudes y miserias de los hombres y mujeres de aquel entonces, tanto de participantes activos como de mirones, dando un giro a lo que ha devenido en fuentes de nuestros orígenes como nación. La Venezuela heroica de Eduardo Blanco va quedando atrás, a la sombra de las potentes luces que iluminan el camino de la verdad real y verdadera de nuestra historia, tal cual lo narra y deja ver Elías Pino Iturrieta en su “Independencia a palos” (Alfa: noviembre 2011). Es parte de lo que ahora voy leyendo.
Al día de hoy, tres de enero de 2012, entran en lista de espera tres nuevos libros, adquiridos esta tarde durante una salida al único centro comercial cuya actividad pueda tenerse como tal en Lecherías, ese mundo donde la generalidad del país y sus problemas quedan fuera de alcance por cuanto esto es otra cosa. Bien compre tres libros. El primero, escrito por Ferran Adriá, el hombre de la físico – química gourmet y su cocina molecular; Valentín Fuster, Médico cardiólogo, presidente de la Fundación Internacional Science, Helath and Education cuyo objetivo es procurar la divulgación y promoción de la salud a través de la educación y el periodista Josep Corbella, experto en divulgación de temas relacionados con la ciencia. El título del libro, “La cocina de la salud” (Planeta: 2010; impreso en Venezuela en febrero de 2011) Ameno, educativo y de interés para la preservación de la salud familiar en todo sentido. El otro texto, “Los desterrados” de Eduardo Sánchez Rugeles, el autor de Blue Label / Etiqueta Azul que ya les comentara en meses pasados y que me agrado mucho por el tema y contenido. Apenas hojee dos páginas y lo deje porque es el tipo de narración que engancha desde la primera página y debo terminar las dos lecturas que tengo pendientes antes de entregarme a estas.
El tercero de los textos traídos al apartamento esta tarde a las ocho de la noche, luego de “degustar un asquerosito” en Plaza Mayor, (A veces nos antojamos de lo inverosímil), y haber comprado en “La Cava”, unas costillitas de res, del tipo asado de tira que degustaremos familiarmente mañana a mediodía de la mano de la suegra Estilita en un consomé tan rico como todas las sopas que prepara, está destinado a una lectura pausada, al análisis y la reflexión académica y de utilidad en cuanto mi formación y desempeño profesional desde la perspectiva de la historia, en este caso de Latinoamérica, y de los perfiles políticos implícitos en políticas públicas venezolanas de alcance internacional.
Producto de los trabajos de investigación adelantados desde 1993 por el Dr. José Briceño R.. El título, “La integración regional en América Latina y el Caribe. Procesos históricos y realidades comparadas”. La primera edición vio la luz en 2007 como parte de la colección textos universitarios del Vicerrectorado Académico de la Universidad de Los Andes en Mérida. Se trata de un libro para el estudio profundo y la consulta necesaria ante las necesidades de formación o investigación que se tengan por delante y que sin lugar a dudas, es un instrumento académico que debe formar parte sustancial de toda biblioteca que se precie de tal, en cuanto profesionales de la historia o la política en Venezuela. El Dr. Briceño es uno de los más acuciosos investigadores y conocedores de nuestros límites y fronteras, particularmente en la fachada occidental del país. Es y será un extraordinario texto para la consulta y superación de dudas en esta materia.

Puerto La Cruz, enero 3 de 2012
11.30 pm