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Farmacéutico. Profesor Titular en la UDO. Consultoría y Asesoramiento en planificación, organización y gerencia. Coaching. Políticas públicas. Estudios de especialidad, maestría y doctorado.

viernes, 19 de abril de 2024

Cuentos y opinones de un "Navegao"

 Nuestra casa en Catia, sueño recurrente (I)

Esta noche temprano, me he quedado dormido. He debido sumergirme en lo más profundo del estado RAM de mi sueño y de nuevo, he sido trasladado oníricamente a la casa de Catia, aquella en la que se construyeron los recuerdos de mi infancia y pubertad hasta los trece años. No logro ubicar causas pero si hay algún ente repetitivo en mis sueños, es esa casa donde me criaron mis padres.

La recurrencia del sueño tiene su punto culminante en la puerta de entrada que por alguna razón nunca queda bien cerrada y siempre me deja en vilo ante el posible de ingreso de algún trasgresor de las buenas costumbres. La puerta esta incompletamente terminada y no es posible cerrarla para sentirse seguro dentro de la vivienda.

Era o es, no lo sé, nunca he vuelto por allí desde que ocurrió nuestra mudanza en traslado geográfico territorial y socioeconómico dejando atrás  la periferia de Catia en la Calle El Lago de Los Magallanes, para instalarnos en la clase media de alta tradición europea en la Urbanización Las Acacias por allá en 1966 si la memoria no se me extravía en los caminos del tiempo.

Mis recuerdos más lejanos me ubican en una vivienda con frente de concreto y platabanda comprendida en una distribución de Sajuan, puerta a la izquierda a la sala y desde allí entrada el acuarto principal sin baño privado y puerta al comedor, que disponía otro acceso desde el San Juan. Luego en hilera del lado izquierdo, el baño familiar, el cuarto de mi hermana seguido del cuarto compartido con mi hermano mayor y al fondo un pasillo, un baño y un cuarto de trastes. Toda la zona del lado derecho frente al baño familiar y los cuartos ya referidos, era ocupada por un jardín en el que la estrella era un hermoso y floreciente granado. La verdad no recuerdo la cocina que creo estaba delante del cuarto de trasteo. Allí habitábamos y compartíamos existencia cinco personas y un perro.

En su afán de siempre tirar hacia arriba, los ahorros de mi padre permitieron una transformación que fue realizada por el Sr. Plascencia, un “constructor” español a quien contrato papá sin que ello fuera del gusto de Luis Hernández, el “toero” de confianza de la familia, el Maestro Sople de las sopas calientes cuando era parte del almuerzo cuya tradición venía signada en el condumio por la sopa y el seco y era invitado como decía, “a meter los pies bajo la mesa”.

La transformación llevo la casa a toda una estructura de concreto y platabanda, con pisos de granito, escalera con pasa manos de hierro labrado y huellas – contrahuellas a medida en el mismo material, granito rojizo y bien pulido que finalizaba en una puerta que bloqueaba el acceso a la platabanda y obvio, de esta a la casa, con un paredón en alzada y ventanas. Al final, pegado al cerro y a todo lo ancho, el cuarto de lavandería y planchado en cuyo techo se ubicaba el tanque igualmente de concreto, casi tan largo y un poco menos ancho que el cuarto sobre el cual se ubicaba.

La transformación engullo el jardín y ya no hubo el escarceo nocturno y desprendimiento robado de las granadas cuando estaban en su punto.

Es la casa que recuerdo con una pizarra para el estudio en el comedor que ahora quedaba cerrado y separado por pared que sustituyó a las persianas. Era gris en aquel entonces, con la pared salpicada y la famosa ventana de la sala que daba directamente a la calle. La ventana de las fiestas, abierta a la fiesta secundaria en la acera donde se aglomeraban los muchachos y uno que otro viejo a ver las muchachas y el baile esperando que cada cierto tiempo se les sirviera el trago de rigor como mandaban los usos y costumbres del barrio, de la vecindad, de la calle.

Con esa casa mantengo un sueño recurrente. Desde hace muchos años sueño eventualmente con ella y al final del sueño, en el preaviso al despertar me veo intentando cerrar la puerta de la calle y siempre concurren al menos dos situaciones inconvenientes. La primera tiene que ver con algún evento en la acera, en la propia calle o en la acera y casas del frente; la otra, la propia acción de cerrar la puerta cuestión que nunca logro a satisfacción y es en ese momento cuando despierto.

Anoche, la puerta ni siquiera disponía bisagras para fijarla al marco de entrada, era de cualquier forma en los laterales y quedaban amplios espacios a ambos lados aunque uno de ellos lograba sujetarlo con cadena y candado sin que por ello pudiese cerrar la posibilidad de ingreso, se me quedaba en las manos y sentía temor a dejarla así e irme dentro de la casa. ¿Qué hay en mi subconsciente que cual nietzscheana construcción del tiempo, aquella casa y su puerta de entrada juegan conmigo al eterno retorno? Busco respuestas dentro de mí, en la descripción y análisis de lo que ha sido mi existencia porque al descubrirlo, sé que me conoceré un poco más.

 

Sabana de Guacuco, 18 y 19 de abril de 2024

martes, 2 de enero de 2024

Realidades, una vez superada la resaca emotiva de fin de año

 La temporada final de cada año viene   cargada de un gran  simbolismo emocional. Todo son buenos deseos  y hasta   la exposición  de resultados  positivos   donde evidentemente no los hay.   Así que  llegado el  dos de enero,  cuando todo  retoma su  camino en la incuestionable continuidad del tiempo y el espacio en el aquí y el ahora presentes,  emerge una realidad que muy probablemente no  cuente entres aquellos  fines y  propósitos  deseados y expresados a finales de una año que ya no está. El decurso e cada vida humana se pone en evidencia ante la realidad, aquella que nos es propia y afecta directamente o la de impactos indirectos sobre nuestro devenir, consecuencia del hecho de vivir en sociedad y saber que no estamos solos y que cada quien mueve sus piezas de acuerdo a particulares intereses.

La Venezuela del 2 de enero de 2024 se encuentra en situación de mayor deterioro que aquella que veíamos hace apenas unas horas, el último día del año anterior, 31 de diciembre del año 2023.

En lo político, hay señales que evidencian algunos resultados inherentes a los acuerdos internacionales que se han venido negociando a los efectos de dar lugar a un evento que aún no está claramente definido, las elecciones presidenciales que por mandato constitucional han de realizarse durante el presente año. Solo la respuesta atinente al contexto de participación y condiciones políticas de las mismas puede retirar la Espada de Damocles que sobre ellas pende, derivada una y exclusivamente de los costos de oportunidad que su ejecución pueda disponer de cara a las maniobras inherentes al mantenimiento del poder por parte de quienes evidentemente hoy lo detentan supraconstitucionalmente.

En lo económico, la situación no asoma vestigio de  cambio alguno que indique comportamientos positivos y algunas perspectivas de cambio. El reino de la estupidez colectiva en el que transcurre la realidad venezolana de hoy mostró nuevamente su rostro desde las interminables colas para surtir gasolina y la incuestionable evidencia de la pérdida de valor real de salarios e ingresos laborales sepultados bajo la sombra venenosa de bonos que a troche y moche constituyen evidencia de que en la Venezuela de 2024 no hay una afectiva y eficaz retribución económica del trabajo y que las posibilidades de abrir espacio a la propiedad privada y los proyectos de vida personalizados, coherentes y pertinentes no existen.

En el ámbito sociocultural, las diferencias que apuntalan una sociedad bimodal en cuanto expresión hibrida de su desarticulada y asimétrica división integrativa entre polos poblacionales cada vez más empobrecidos ante pináculos piramidales cuyos emporios de riqueza se muestran desvergonzadamente ante todos en una vorágine de pan y circo que bajo luminarias navideñas de espacios públicos intentan superar el fondo decadente de muñecos de trapo alegóricos a los gozos del poder, expresiones de la vulnerabilidad de una sociedad que habita bajo las sombras del control sociopolítico de un régimen cuyos fines, propósitos, objetivos y metas finales son solo esos, controlar y mediatizar generado contextos de servidumbre humana fundados en las necesidades prefabricadas desde las esferas de la coacción y el ejercicio del poder condigno. He allí tres escenarios que hoy, 2 de enero de 2024, configuran nuestra realidad.

Es evidente que, para quienes ven esta realidad desde una óptica diferente, la resaca de fin de año continua. Ojala y cuando requieran de atención fármaco-terapéutica necesaria para superarla no sea ya demasiado tarde para ellos; no para la sociedad venezolana en general, convencida en un 90,00 % de que para acceder a escenarios de vida individuales y colectivos diferentes, es y se hace necesario tan solo, que haya acceso a la posibilidad de una elección presidencial rasante en los mínimos de aceptabilidad en cuanto resultados creíbles, que hoy se sabe, están por reventar en la voluntad de un pueblo convencido de que las sendas democráticas y el ejercicio de su libre albedrio conducen su única posibilidad de redención humana en esta Tierra de Gracia.