Si me preguntaran, ante la
realidad de nuestro contexto país hoy, por mis temores y si tengo miedo, mi
respuesta es definitivamente SI!, tengo miedo.
Si ahora me preguntas, de
que tenor es miedo, cuánto miedo tengo, puedo responder que mucho. Mucho miedo.
Si hubiera la posibilidad de medirlo, respondería que mi miedo y mis miedos
están a nivel del cien por ciento, mi capacidad para albergar el miedo esta
compada. Mi indicadores de miedo pueden estar por debajo del mucho de ustedes,
tal vez al mismo nivel y quién sabe si por encima del que algunos de vosotros
pueden albergar en los recónditos lugares de su emocionalidad.
Ahora bien, el miedo puede escalonar y subir pero como ya estoy saturado
de él, mis emociones no pueden otra cosa que escalonar y subir. Su siguiente
estadio, el terror y después el pánico que paraliza y sumerge en la inacción.
De allí, aceptar el todo como derrota y caer en depresión hasta que la muerte
me alcance. Es una forma de responder a los estímulos de esta experiencia
pavloviana a la que se nos pretende someter.
Pero no solo es esta la única posibilidad que me dejan el miedo, el
terror y el pánico. Me encuentro ya en la zona del terror y allí la muerte
puede sobrevenir de dos maneras; muero súbitamente porque las respuestas de mi
organismo para recuperar sus equilibrios internos fallan y no funciona la homeostasis
de mi organización biopsicoecologico social o sucumbo ante el irrefrenable ataque
de mi victimario. Conclusión, en el contexto pa´si que habito, la muerte está a
la orden del día.
Una vez haya muerto, la naturaleza se ocupara de redimir mis restos
orgánicos o mis cenizas según sea el caso, para reconstruir la vida e incluso
para vida a otros entes, desde insectos y alimañas hasta ser parte de la más
frondosa vegetación. En uno u otro caso que importaría ya luego de haber
fallecido a consecuencia de mis miedos. Entonces ya no habrá posibilidad de
preguntarme, donde he quedado ante mis responsabilidades para conmigo mismo en
primer lugar, para con el legado histórico civilizatorio que me ha sido dado
luego de la vida de unas quinientas generaciones a lo largo de diez mil años.
La naturaleza me trajo a la vida como un ser ganador. Es la muerte que a decir
de la religiosidad conduce a la vida eterna, pero a todas esas, y como queda mi
paso por el mundo ante la vida, donde perdí mi existencia… ¿Qué cuentas he de
entregar a Dios?
Sé que siempre estaré acompañado por la muerte, pero por ahora no quiero
abrazarme con ella, no es eso lo que deseo como existencia aunque ello es lo
que desean imponer quienes se dicen dueños de mi destino y, mediante acciones
totalizantes que impiden las expresiones de libertad que son inmanentes al ser
humano, usurpan funciones públicas y accionan fraudulentamente el destino de
nuestro país hasta negarme la vida y mi venezolanidad. Desean que no exista más
que como ficha de la vida y no como constructor de mi propio destino y logros
de mi felicidad.
Un investigador estadounidense, ¡malaya el imperio!, estableció que los
seres humanos funcionamos individual y socialmente conforme una escala de
satisfacción de nuestras necesidades. Desde las básicas que disponen nuestra
vida en cuanto disponer alimentación, vestido y protección contra los rigores
del medio ambiente pasando de allí a aquellas que nos brindan seguridad
personal y avance hacia la autorrealización, por cierto, la escala más alta
luego de necesidades que se avienen con los afectos y la familia así como el
reconocimiento en los niveles tercero y cuarto de los cinco que hasta ahora han
sido establecidos.
Satisfacer mis necesidades de primer nivel corresponde a la
sobrevivencia. Es la vida pura y simple, sin expectativas, sin disfrute y sin
goce alguno de nuestra presencia en y ante la naturaleza. La escala mayor, la
autorealización, me ubica ante la satisfacción personal por el solo hacho de
estar en la vida, en el mundo y ante mi existencia. Son los espacios ganados
para el ejercicio de mi libre albedrio, de mi libertad, de mi tranquilidad, de
mi paz y por ende, de mi bienestar. Nada que ver con la disposición de lo
material, emocional o espiritual y si con lo que haya decidido hacer de mi
vida, pero sobre todo, por el contenido que haya dado a mi existencia. Existo,
luego soy.
Ahora, dueño de mi existencia, estoy a disposición del juicio de la
naturaleza; he cumplido con el legado que me ha correspondido para dar pasos en
avanzada civilizatoria ante mi contexto social; he cumplido con la entrega del
testigo histórico civilizatorio que dinamiza el desarrollo y crecimiento
humanos de esta raza; habré cumplido con Dios y por tanto, sin temores ante su
juicio, dado que trabaje por la evolución del ser y de la humanidad. He
trabajado para incrementar los desequilibrios entre el bien y el mal apoyando
fiera y firmemente al primero y sobreponiéndome al miedo, evitar que los
avances del mal.
Al aceptar y reconocer mis miedos ha llegado el momento de preguntar, y
ahora, quien tiene miedo. ¿Cuál es el deseo objetivo de tu paso por el mundo de
la naturaleza y los seres humanos, que todo cambie y transformemos vida en
existencia como corresponde a una raza ganadora, o que quienes pretenden
llenarnos de desesperanza para garantizarse el poder eterno como factores del
mal termine por imponerse ante nosotros? Saca tus miedos, avancemos. Ha llegado
la hora en el contexto de un nuevo discurso político y narrativa diferente que
acompañe el goce y disfrute pleno del existir en una Venezuela civil libre y
democrática.