A lo
largo de los últimos catorce años, no han sido pocas las ocasiones en las que
hemos oído expresiones alusivas a que tal o cual fecha o acto político, incluso
electoral representa la última oportunidad de la democracia venezolana, esta
que ha venido construyéndose a partir
del arco temporal 1928 – 1945 hasta nuestros días. De hecho, así nos lo
recuerda Paulina Gamus Gallegos en su recién publicado texto “Permítanme
contarles” (Gamus P. 2012). Así hemos vivido los venezolanos el último lustro y
medio transcurrido entre 1998 y 2013.
Sin
embargo, la dinámica política alrededor de lo democrático, luego de algún traspiés
e inocentada política como aquella de haber defenestrado candidaturas
presidenciales en 1998; que Carmona tirara por la borda las posibilidades
institucionales y democráticas de haber salido de este régimen en 2002, y la
malcriadez, no encuentro otro término ni explicación, de no haber estado
presentes en las parlamentarias de 2006; nos trae a enero de 2013 con dos
fechas emblemáticas: el 5, ya cumplido y sin sorpresa alguna en cuanto a lo que
habría de ocurrir salvo el caso de la Primera Vice Presidencia de la Asamblea
Nacional que finalmente no fue para la “Mujer de la Asamblea”, Blanca Eekhout
sino para Darío Vivas y ahora, lo que viene, el próximo 10 de enero, cuando
existe la posibilidad cierta de un Golpe de Estado Contra Constitucional desde
las filas del gobierno en funciones para prolongar subrepticiamente el mandato
presidencial 2006 – 2012 y mantener la continuidad de Maduro en el cumplimiento
de esa funciones.
Pues
bien, luego de la demostración de soberbia que en día de ayer nos brindaran los
líderes del “proceso”, soberbia que se expreso en humillación hacia la
oposición cuando el Presidente de la Asamblea Nacional llamó a votar las
propuestas de esta a sabiendas de haber quedado descartadas de toda posibilidad
ante la “aplanadora roja”, cuestión que dice mucho de quien teniendo formación
militar sabe, porque deben habérselo enseñado en la Academia Militar de
Venezuela, que la dignidad del derrotado se respeta, ahora tenemos por delante
el jueves 10 de enero, fecha en la que el Presidente Electo deberá prestar
juramento del cargo ante esa Asamblea o, posibilidad expresa en la
Constitución, ante el Tribunal Supremo de Justicia. Lo que habría de ocurrir
ese día está muy bien explicado por José Ignacio Hernández en un escrito
publicado el pasado 28 de diciembre en Prodavinci bajo el título: ¿Y qué va a pasar el 10 de Enero?, que bien puede
ser leído por todos a través de Internet. Esa
explicación, en la que coinciden los distintos profesionales del derecho y
expertos constitucionalistas, ha sido malinterpretada por el Vicepresidente,
haciendo de ella el fundamento de la posición que asumirán los “parlamentarios rojos”
el próximo 10 de enero pero que hasta ahora y que al menos hayamos sabido, fue
defendida públicamente por algún abogado que se respete, con la sola excepción
de Hermann Escarra.
Como
bien dice cita Capriles a San Agustín: “La soberbia no es grandeza sino
hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano”. Soberbia es
creerse superior a los demás, impide el avance y promueve la separación, y eso
es lo que vimos y vivimos los venezolanos el día de ayer, la división del país.
Un país en el que, de un lado se ubica la fuerza del poder político y de las
armas, con respaldo de la estructura de poder desarrollada de la mano con el régimen
cubano, y de la otra, las clases medias, motor de la dinámica social y
económica que promueve el cambio y la transformación de la realidad del país. En medio de esta división nos consumiremos como
país, haciéndonos presa fácil del interés de otros, quienes pretenden hacernos
un Protectorado Político de La Habana. Soberbia que deriva de considerar que ya
se ha alcanzado un gran nivel, por tanto, considerarse completamente lleno y
sentir que ya no se requiere más, que ahora sólo se quiere enseñar a
otro, a los cuales se percibe y se juzga como inferiores o diferentes a
nosotros. Es la intolerancia que reflejan en todas sus actuaciones.
La
cuestión está en que a partir de esa encrucijada de caminos, el gobierno
pretende y lo hará, basado en su fuerza y su poder, torcer la interpretación
constitucional para adecuarla a su necesidades, con lo cual se habrán sentado
las bases para que el país pueda apelar al Artículo 350 de nuestra Carta Magna,
con los graves inconvenientes y consecuencias que ello dejara para el
país. El gobierno juega con fuego,
ignorando el destino reciente de gobiernos que como los de Irak, Irán y Egipto,
creyéndose indestructibles, hoy forman parte de la historia política del mundo.
A menos que deseen mantenerse en el poder bajo el modelo de sobrevivencia
política que otro de sus socios, el gobierno sirio, intenta imponer
sacrificando miles de vidas útiles a la generación y fortalecimiento de un país
que, como el nuestro, merece mejores líderes que los que actualmente dirigen un
gobierno que se dice, heredero de las glorias de Bolívar. No a la dictadura
constitucional, fuera la injerencia del gobierno cubano en nuestros asuntos. Libérennos
del secuestro que mantienen sobre Venezuela. ¿Está la sociedad venezolana suficientemente
organizada y convencida de que ese es el camino, a la vez que, dispuesta a seguirlo….