Cuando
el modelo de gobierno que rige actualmente en Venezuela se instaló en el poder,
decidí dejar de escribir la columna dominical que mantenía en el diario El
Expreso de Ciudad Bolívar. Luego publique una que otra vez hasta que finalmente
deje de hacerlo. Se titulaba “En el aquí y el ahora” y en ella comentaba sobre
los textos y libros cuya lectura semanal concluía, una que otra nota política e
incluso alguna receta de cocina y comentarios acerca de películas que llegaba a
ver y analizar. En diferentes momentos posteriores he intentado retomar esas
reflexiones pero que atraviesan los diarios con el papel periódico han
desarmado mis motivaciones al respecto.
Sin
embargo, un par de las últimas lecturas realizadas me traen de vuelta. El uno,
¿Qué paso con nuestro amor” de Carlos Fraga (2009)[1]
y “Sobre la brevedad de la vida” de Séneca, con prólogo de Francisco Socas
(2011)[2].
Dos libros que bien pueden ser
apreciados en términos de un viaje. Un maravillosos viaje que va desde
la interpretación del amor en términos humanos hasta la sentencia de no
malbaratar el tiempo, único capital propio que cada quien dispone desde el
momento que su existir queda registrado e instalado en este mundo.
Interpretar
el amor desde lo humano, más allá del amor mágico que nos vuelve locos en la
juventud, no es una tarea fácil, particularmente cuando nos toca en carne viva
y por una u otra razón hemos de lidiar con él. Por otra parte, la cuestión del
tiempo, del cual señala Séneca, es más el que perdemos que el realmente
aprovechamos en procura de una existencia superior, nos mueve a pensar en
nuestra cultura de la vida y de la muerte como antípodas de un mismo juego en
el que la una se acerca mientras la otra avanza.
Amar
en términos sanos y maduros requiere una alta dosis de trabajo, que ha de
realizarse en el aquí el ahora permanente de la relación. Un proceso doloroso
en el que si caemos hemos de levantarnos y continuar l tarea porque al final
del camino, al término de ese inacabado proceso, alcanzamos, también en “tempo”
presente, la más humana de todas las verdades, la verdad del amor. Son dos
temas cuya posibilidad de asociación reflexiva luce verdaderamente interesante
y por tanto vale la pena intentarlo, a eso voy.
Bismarck
Ortiz Rondón
Ciudad
Bolívar 28 de septiembre de 2014
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