Pareciera evidente, para quienes de alguna
manera sienten que la construcción de este nuestro país es parte de sus
responsabilidades, abocarse hoy a la formulación coherente de un discurso,
capaz de expresar en él, la idea de un proyecto de vida. El clima de permanente
de incertidumbre en el que nos cotidianamente nos desempeñamos no permite
establecer correspondencia entre lo que ahora ocurre y lo que pudiera venir después.
Uno de los rasgos que denota este contexto deviene de la utilización del
lenguaje por parte de la militancia y membrecía de la oposición ante sus el
tratamiento a sus propias decisiones y, ante el estado de cosas que se viven en la Venezuela
de 2018, a las alturas ya, del noveno mes del año.
En entrevista recientemente televisada, un
conspicuo representante de la usurpación de origen, a la par que funcional
de lo político, que hoy se
encuentra establecida en el país, señalaba que lo que se da en Venezuela, es un
experimento.
Llama la atención por cuanto se trataría de una experiencia de largo aliento y
alcance social que avanza a tientas sin considerar que los resultados mostrados
hasta ahora, en nada han favorecido el desarrollo ciudadano ya que por el
contrario se ha devenido en una siembre de yerros e infortunios que, animados
por el control social, han colocado a más del ochenta por ciento de la
población en la acera de enfrente dada la situación de inopia que
progresivamente fue tomando los espacios del ciudadano y la manipulación de sus
emociones en remembranza colectiva de lo acontecido en el laboratorio de Pavlov
y sus experiencias perrunas[1].
Que los resultados no le van bien, fue
reconocido en días posteriores como lo ha sido en tantas ocasiones, cuando otro
lugarteniente de la usurpación señalaba, tratando de explicar la dinámica de la
neoeconomía marxiana fundamentada en la inexistencia material de la unidad de
recambio monetario, que la población venezolana ya había pagado por adelantado
los costos de la hiperinflación y que ahora, con un salario mínimo nominal de
treinta dólares, podía entrar a una carnicería y comprar la carne que deseara
al precio internacional de dos cincuenta a tres dólares por kilogramo. Salto
triple en contexto de ignorancia o quién sabe si de torpeza programada, lo cual
hace aún más nauseabundo su discurso por cuanto calza mentira y falacia que le obnubila
ante el hambre de todos, porque cada uno de nosotros la padece de acuerdo al
plato de su preferencia en un país sin diversidad alimentaria, sin mediano
acceso a los medicamentos esenciales, sin servicios públicos al menos en expresión
de un mínimo de eficacia, en un mar de inseguridades de todo tipo en lo
referido a lo personal, los bienes o lo jurídico, sin libros y paremos de
contar. Reconocimiento del fracaso económico y la hiperinflación,
reconocimiento de la dolarización de la economía y reconocimiento de la escasez
tantas veces negada.
Sin embargo, lo que causa extrañeza no es que
la dirigencia opositora salga al paso a este tipo de manejos informativos, no,
eso ha de hacerlo toda oposición que se respete y que respete al país y sus
padeceres. Sino que lo haga en términos de una narrativa que de facto, reconoce
como válida, legítima y existencialmente establecida a la usurpación. El estado de
inopia que existe en Venezuela es el resultado de decisiones asumidas para
generar caos y desesperanza en la población. La Venezuela de hoy no es
continente de un marco adecuado de institucionalidad sobre el cual puedan
diseñarse y formularse políticas públicas que enfrenten la realidad de los
problemas que forman parte de ella sino un laboratorio donde día a día se
operacionalizan y mueven variables, no para resolver problemas, sino para
crearlos.
En consecuencia, ante la ausencia de un ámbito
político basado en principios de la democracia y, en el contexto de lo que a
todas luces constituye la experiencia de un Estado Fallido trastocado en Estado
Forajido, el discurso y la narrativa de la oposición no pueden ni tienen porque
dar validez, ni legitimidad, ni trazos de existencia a lo que no es en sus orígenes
y funcionalmente, otra cuestión más que usurpación de funciones públicas y ejercicio
criminal de la política.
Siendo la Asamblea nacional el único órgano de
los poderes públicos nacionales que a esta fecha se encuentra
constitucionalmente establecido, es inaceptable, dadas las decisiones que ha
tomado desde enero de 2017, aunadas a las que igualmente estableciera el
Tribunal Supremo de Justicia en exilio, designado por esa misma Asamblea, es
inaceptable, reitero el vocablo, que nadie en el seno de la oposición otorgue a
“esta gente” (Suniaga dixit)[2]
un calificativo distinto al de ejercicio ilegítimo y usurpación de funciones
públicas y de gobierno, con lo cual el estado de cosas en el que se encuentra
el país no es otro que el caos provocado con la intención de que este sea
superado por la anarquía y entonces, cerrar las fauces del lobo sobre una
población desvalida de toda esperanza en el seno del hambre y la mengua como ocurrirá
el Ortiz de las “Casas muertas” en versión novelística de Otero Silva[3], con una diferencia fundamental, aquel fue un
Estado – Nación devenido en dictadura, ahora estamos ante un Estado Fallido
devenido en Estado Forajido, a las sombras de lo que de ninguna manera han de
permitir las fuerzas democráticas del mundo, la insurgencia de una franquicia
de Estado al servicio del control del mundo por parte del género criminal.
[1]
PAULOV Iván Petrovich. Riazán,
14 de septiembre / 26 de septiembre de 1849. Leningrado,
27 de febrero
de 1936
fue un fisiólogo
y psicólogo
ruso
cuyos estudios del estimulo – respuesta condujeron al desarrollo del conductismo como rama de la psicología. Su
experimento más relevante consiste en el adiestramiento condicionado sobre
perros, conocido como el perro de Pavlov. Base del condicionamiento humano ante
estímulos recurrentes.
[2] SUNIAGA
Francisco (2013). Esta gente. Mondadori. Caracas.
[3] OTERO
SILVA Miguel (1981). Casas muertas. Losada. Caracas.
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