Hace ochenta y nueve años, concretamente en 1934, pronunciaba Carl Gustave Jung una conferencia que a efectos de su publicación original fue titulada La psicología y nuestro tiempo, la cual, como parte del libro Los complejos y el inconsciente[1] fue bautizada como “Reconquista de la conciencia.” En ese texto, Jung trastoca la situación de un paciente único en el que refleja la personificación de la decadencia antigua en tanto proceso de disociación modelada sobre la caída del Imperio Romano.
Parangoneando a Jung en su
ejemplificación, sustituyendo al Imperio Romano por Venezuela, cabe la
precisión diagnóstica que en su ejercicio de aquel tiempo hiciera el padre de
la psicología profunda, y que reproducimos
a continuación:
<<“Padece usted de agotamiento, consecuencia de sus
ocupaciones demasiado diversas y de su extraversión desmesurada. La multitud y
la complejidad de sus obligaciones comerciales, personales y humanas le han
hecho perder la cabeza. Es usted una especie de Ivar Kreuger, que fue un
representante característico del espíritu moderno y europeo. Tiene usted que
confesar, mi querido amigo, que se encuentra usted en un triste estado.” Esta
última confesión es, en la práctica, particularmente importante, pues los
enfermos tienen una propensión indudable: la de continuar debatiéndose, de la
forma más perjudicial, trabados por los viejos métodos, que no ha hecho sino
demostrar su incuria, y agravar así la situación. Esperar no sirve de nada; la pregunta:
“¿Qué hacer?” se impone, pues, de un modo inmediato.>>
Una situación como la planteada era
interpretada por Jung en cuanto a que al igual que las personas, los colectivos
sociales también experimentan, al menos modelarmente, procesos de enfermedad
similares a que ocurren en el alma de las personas. Sería algo así como lo que
ocurre en el caso de la sociología con la conceptualización de la anomía
social que traído al ámbito de la modernidad implica la ausencia de
capacidades normadas, en el seno de la sociedad, a los fines de su
operacionalidad funcional.
El traer a colación este escenario
teórico tiene soporte en al menos dos razones inmediatas. La primera, la
cuestión inherente a la relación de la praxis política con los saberes y el
conocimiento, vinculación que no siempre ha resultado afortunada y menos aún en
el caso de los regímenes totalitarios. La segunda, porque ante un diagnóstico de la realidad venezolana y
particularmente en el caso de la oposición democrática, el contenido del
discurso político ha de dinamizar cambios que den valor a la trasformación de
la sociedad venezolana, una cuestión que Hugo Chávez siempre habría tenido muy
clara.
Una muestra objetiva del desprecio
político que si bien no ha de generalizarse si debe señalarse, lo constituye el
caso de nuestro país y la situación de desplazamiento y marginación al que han
sido sometidas las universidades autónomas por una parte y la educación general
por otro, si consideramos la condición en la que se encuentra la
infraestructura y planta física de los centros de educación universitaria e
investigación académica en el contexto de la primera constitución que reconoce
la autonomía de estos centros de estudios, la presión y control presupuestario
que sobre ellas se ejerce a mansalva y el caso de los sueldos, salaros y
beneficios correspondientes al profesorado y en general al personal que al
servicio de la educación pública nacional, labora en todos sus niveles.
Respecto al discurso político, vale
citar tan solo dos elementos de los tantos sobre los que trabajaba el
militarismo político a través de Chávez. Señalaba el excomandante militar que
la revolución tendría inicio cierto a partir del año 2021. Estimaba que para
ese año, egresaría de las aulas universitarias la primera cohorte formada en
revolución y que el proceso de transformación educativa hacia los principios,
valores, contenidos educativos y cultura socialista se produciría rápidamente.
No fue ni ha sido de esa manera. Han
avanzado pero no han alcanzado el punto de procura y no retorno en la ejecución
de su proyecto político sobre la educación. No han podido trabajarlo de manera
directa y han jugado al desgaste y colapso del sistema educativo afectando sin
reparos la prosecución escolar y disminución matricular al valerse en los últimos
años tanto de la diáspora y migración de los venezolanos como en términos más
recientes de la pandemia y sus consecuencias.
Decía Chávez que la revolución tenía
su campo de trabajo y construcción socialista en la mente de la gente. En el
fondo, las guerras asimétricas y de cuarta generación a las que aludía,
evidentemente disponían el lavado de cerebro mediante la utilización del
discurso sociopolítico chavista apuntando diana a un objetivo: transformar la
manera de pensar de la gente, particularmente la de menores niveles
socioeducativos y culturales. El discurso es el elemento concreto para el logro
de esa transformación con el aditamento intencional de disponer y controlar el neopensar del pueblo, tal cual lo dejara
ver el escritor inglés George Orwell en sus novelas Rebelión en la granja (1945) y 1984
(1949).
Una muestra de señalado ha sido
recogida en el análisis que bajo el título de La Neolengua del Poder en Venezuela. Dominación política y destrucción
de la democracia[2]
fue presentado por la Editorial Galipan en 2015. Desde los calificativos de
escuálidos que les fueran indilgados
a todo quien no compartiera su pensar y objetivos políticos hasta el cambio de
la jerga política en tanto comunas,
hegemonía comunicacional y contraloría social, entre otros, factores
diferenciales en cuanto la comunicación política oficial.
Evidentemente Chávez tenía razón, así
lo trabajó, y valido de su poder para el ejercicio de la comunicación, se
instaló en la debilitada mente de muchos venezolanos e inicio la siembra de una
semilla que, regada por los favores y dadivas del poder condigno ejercido
primero ante el ámbito militar y luego para con todas sus huestes, dio y aun da
sus frutos, razón por la que aún se mantiene su presencia virtual si bien el
régimen de facto actúa borrando todo vestigio y vinculación de importantes
personeros chavistas ante aquel.
En materia de manejo del discurso
político con ánimo de promover cambios y transformaciones así como levantar y
mantener las esperanzas de dichos cambios y transformaciones en el seno de la
sociedad venezolana, la oposición democrática no lo ha manejado de manera que
rinda los productos que cabría esperar de ello e incluso en el manejo de las
redes. El manejo ha sido espasmódico, sujeto a momentos trascendentes pero no
en la acción sistemática y permanente de la cotidianidad.
¿Qué ha cambiado desde 2015 a estas
fechas para que aquellos diputados que votaron los documentos de la transición
hacia la democracia en 2018 hayan modificado el trato correspondiente a quien
ejerce funciones de facto? Es una pregunta que más que incitar una respuesta pretende
una explicación que dé cuenta del porqué de la actitud que durante el período
2025 – 2023 han asumido algunos dirigentes políticos de la oposición “democrática”
venezolana. Lamente consciente y el subconsciente colectivo como nuevos campos
de batalla, guerras de quinta generación, ayudaita por la disponibilidad de recursos
financieros para tasar conciencias. Es hora de cambios y transformaciones
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