Por
esa idea maniquea de suponer que basta un cambio de nombres para borrar el
contenido y registro histórico de un órgano o ente de la vida pública venezolana
y con ello hacerlo parte de la construcción socialista y revolucionaria que se
adelanta desde el gobierno, el tradicional Cuartel de la Planicie pasó a
detentar el eufónico nombre de Cuartel de la Montaña, lugar en el que se supone
se encuentran los restos materiales de quien fuera el mentor del denominado
socialismo del siglo XXI.
Entre
otras cuestiones, el gobierno del finado se caracterizo por férreos controles
en todos los ámbitos del hacer y el quehacer de lo público e incluso, con
acercamientos y avances en cuanto a lo privado. Así las expropiaciones sobre
bienes y servicios del aparato productivo se pusieron a la orden del día. El
control de cambio y el manejo de la asignación de divisas como parte de un
juego perverso cuyo objetivo final ha devenido en clavar garras sobre las espaldas
de la cada vez más depauperada clase media. La presión psicológica sobre la sociedad
con el único objeto de dividirla bajo el esquema de una inexistente lucha de
clases. El desconocimiento de la globalización y la sociedad del conocimiento.
La intención de una nueva división territorial conforme intereses determinados
por la necesidad de ejercer estrictos controles sobre la sociedad a través de
la formación de espacios comunales en los que se desconoce el poder originario e
individual del pueblo, para traspasarlo al colectivo politizado, son muestras
del proyecto que de bolivarianismo afincado en las tres raíces ha devenido en socialismo
del siglo XXI pasando por unas cuantas denominaciones intermedias.
Pues
bien, la construcción de la Venezuela socialista, adelantada mediante el uso
masivo y atropellante de los medios de comunicación, particularmente los que se
encuentran en correspondencia con lo que acertadamente Vargas Llosa ha
bautizado como “La cultura del espectáculo” parece que ha comenzado a hacer
aguas y quienes heredaron el “legado” del finado, se preparan para subir a La
Planicie y depositar allí, tal vez dentro o´, al menos al lado del catafalco
que acoge los restos mortales del finado, lo que fueran sus banderas de lucha
para la instauración en Venezuela del Estado Comunal bajo le égida del
Socialismo Ortodoxo Castro Comunista y Chavista.
Y,
la afirmación que hacemos en el titulo de esta reflexión escrita viene a cuento
porque la direccionalidad de nuevos tiempos, así parecieran indicarlo. Vale
señalar que la ortodoxia revolucionaria no dará su “lengua” a torcer. En un
acto de prestidigitación económica, el diputado Sanguino ha declarado, a
propósito del nuevo valor del dólar sicad II, que en Venezuela no existe
devaluación de la moneda, solo se trata del establecimiento de tres mercados de
divisas. Es decir que en lugar del oficial y el paralelo ahora se dispone de
tres mercados paralelos al dólar ya que, lo que existe son tres mercados para
la comercialización de dicho bien
económico: El oficial, el sicad I y ahora el sicad II. Amén de que, para
acceder a este último mercado es condición necesaria, disponer en Venezuela de una
cuenta bancaria en dólares que no en bolívares, a los efectos de poder
participar en las subastas de la divisa americana.
Por
si eso fuera poco, el Presidente del Banco Central ha señalado la
inconveniencia de alimentar con dinero fresco, a las empresas del Estado que
solo arrojan perdidas y que, si a ver vamos por el resultado de estudios
académicos realizados al efecto, sería
una gran parte del aparato productivo expropiado por el finado y puesto en las
ineptas manos de un gobierno depredador, tanto como lo en su momento la peste
de la langosta en los tiempos bíblicos. Y para completar el cuadro, el gobierno
anuncia que accede a las condiciones de la oposición para asumir su
participación en el dialogo político que las circunstancias que atraviesa la crítica
situación del país imponen para poder superarlas ya que el gobierno, luce
verdaderamente imposibilitado de hacerlo solo y no hay dinero, a no ser el de
naturaleza inorgánica, para hacerlo como acostumbraba el finado, a los
realazos.
Este
lienzo de la realidad, que apenas ha puesto toda esa información sobre la mesa pública
en menos de cuarenta y ocho horas, daríamos que tan solo en medio día, habla de
posibilidades para un nuevo esquema
político en el que ni el gobierno ni la oposición pueden operar por si mismas y
de manera única. La hora del dialogo político ha llegado y ambas partes no solo
están obligadas por las circunstancias y las exigencias de la población que
espera ver los anaqueles con la disposición de productos que quiera adquirir y
no como parte de una oferta oficial que restringe el consumo en aras de ideales
comunitarios y tribales como tal lo escriben en sus acertados estudios: Ana Teresa
Torres en la “Herencia de la tribu” (Alfa 2009); Miguel Ángel Perera en “Venezuela
¿nación o tribu? La herencia de Chávez (UCV / Consejo de Desarrollo Científico
y Humanístico, 2012) y las entrevistas que hiciera David González a la historiadora
Margarita López Maya publicadas bajo el titulo de “El Estado Descomunal”
(Libros de El Nacional, 2013). Esa es hoy mi percepción, espero no equivocarme.
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