Primero fue
“Virgen a los treinta”, toda una odisea en medio de contextos sociales
eminentemente machistas, toda una sorpresa y evidentemente un éxito editorial.
Luego, de reciente aparición, intenta mantenerse en la cresta de la ola con una
nueva creación: “El poder del espíritu”. Si en la ocasión anterior la
motivación respondió al llamado del morbo intelectual por conocer de las
peripecias que ha debido realizar una mujer tan linda para alcanzar tal edad
manteniendo su virginidad, en esta oportunidad, aunque intenta mantener el
interés a la vez que crear suspenso sobre la reconfirmación de su virginidad
aun mantenida a los treinta y dos años, la idea central del libro va por otros
caminos.
En este nuevo
texto, la especialista en mercadeo (un dato de interés a los efectos de su
“performance literario”) desnuda su intimidad desde la perspectiva de lo
eminentemente emocional y espiritual en el contexto de la búsqueda de su
conocimiento interior con base en el “New Age”, epicentro de la denominada Era
de Acuario por parte de quienes se han acogido y acogen a las mismas y donde,
la reencarnación y la existencia en vidas anteriores amén de los mundos
paralelos y los rigores de la energía desempeñan un rol preponderante en la
construcción del sustrato que mantiene y sostiene esas vivencias.
En lo personal y
en el campo del crecimiento personal, el control emocional y el desarrollo de
la existencia espiritual navego mejor ya gusto en medio de los rigores de la
ciencia y sus demostraciones y evidencias concretas, tal es el caso de la Psicologia jungiana y obvio, en
los campos de la Gestalt y el Psicoanalisis freudiano como sustrato de las
interpretaciones que pueden darse en cuanto a las conductas y comportamientos de
lo humano en general y de lo femenino en particular. Adquirí esta segunda
publicación (La fotografía de la portada me parece horrorosa y de poco
beneficio a la imagen que intenta transmitir en el texto), por cuanto el tema
de lo femenino es y ha sido parte de mis inquietudes cognitivas, emocionales e
intelectuales desde hace muchos años, casi desde mi pubertad diría, en un
intento inútil por interpretar el alma de lo femenino.
Aunque de fácil
y rápida lectura el contenido sustantivo del libro me ha resultado insalobre,
aunque como es mi costumbre a menos que se trate de un texto totalmente
insalubre y de escasa potabilidad, me he mantenido fiel s su lectura si bien ha
habido momentos en los que me ha provocado cerrarlo de manera definitiva y
enviarlo a los estantes más elevados de la
biblioteca del “cuartico”, donde reposan los huesos de la creación
literaria que ha pasado por mis manos y ante mis ojos, sujetas a la
fluorescencia del amarillo luminoso e implacable de mis resaltadores y las
notas al margen o pide página cuando lo leído, reflexionado e intelectualmente
digerido así me lo dicta, desde las circunvoluciones cerebrales de mi masa
gris. Sin embargo, por encima de todo priva el respeto a quien escribe,
indistintamente del acuerdo existente o negado respecto a lo escrito y
desarrollado como parte del discurso impreso, que es este el caso concreto al
cual hago referencia en esta nota.
Esos afanes e
interés por intentar adentrarme en el alma de la mujer me han llevado a la
creación de una sección dentro de las asignaturas que dicto a nivel de postgrado,
con una orientación eminentemente femenina en cuanto a sus proyectos de vida,
en un contexto que presiona para evitar el despegue de la mujer hacia
horizontes elevados por encima de su condición arquetípica asociada a Hécate,
Kore o Demeter, en un proceso de integración de lo espiritual, emocional e
intelectual que, asociados a la materialidad de su cuerpo dan expresión
definitiva y concreta al atractivo de toda mujer. Desde ese punto de vista,
sostengo que no hay mujeres, tampoco hombres, feas o feos, sino atractivas o
atractivos y que ello es lo fundamental. Cada quien descubre el atractivo del
otro y ama o se enamora.
De nuevo,
hablando en el plano de mi propia y eminentemente óptica personal, si bien la
señorita Sleiman es bastante agraciada en el plano físico corporal, el conjunto
asociado de su imagen e ideas no me motivan ahora lo suficiente como para
ocultarla detrás del velo del atractivo descollante que intenta desplegar desde
la posesión de un <<himen intacto>>, cuando en sus propias
palabras, más allá de sus sueños evidentemente húmedos, deja en evidencia la
diferencia entre castidad y pureza en contraposición a lo himeneo de su guarda
y custodia como lo afirma, en procura de la preservación de sus costumbres, uno
de los factores que han condicionado y limitado el hecho de que hasta ahora no
haya tenido y sentido la necesidad de “dársela” a alguno de los integrantes de
su larga lista de pretendientes y enamorados, alguno de los cuales, cierto es,
puede haber dejado en ella secuelas y aprehensiones respecto a los hombres como
consecuencia del trato recibido por alguno de ellos cuya marginalidad
espiritual, emocional e intelectual ha quedado sentada en el discurso textual
de Sleiman.
De interés para
mis talleres como lo señalo, el libro es útil para analizar un tema cuya
necesidad de hacerlo público queda prefigurada en elocuente “grafiti” que con
frecuencia leo en una pared de la Urbanización Vista hermosa en Ciudad Bolívar:
“Ni puta, ni santa… mujer libre”. De la Señorita Sleiman y su libro, de mis
talleres y de estas expresiones de calle, continuaremos reflexionando y
llevándolo a ustedes en próximas entregas, viviendo en el aquí y en el ahora…
Bibliografía:
Sleiman V.
(2011) Virgen a los treinta. Planeta.
Caracas
Sleiman V.
(2014) El poder del espíritu. Diana.
Caracas
Bismarck Ortiz
Rondón / V:3627220
Lecherias, 09 de
enero de 2015 / 9,50 pm
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