Recién
iniciada la pandemia actual, una pensadora española escribía en El País, un artículo en el que definía
el comportamiento de los covidiotas, como los bautizo, en
tanto aquellas entidades humanas que ponían en riesgo de contagio pandémico-covideo
a los demás, dada su poca capacidad de filiación social en resguardo de todos,
ante los peligros ya avizorados en aquel momento cuando recién comenzaban
a manifestarse los primeros estragos del virus SARS-CoV-2, causante de una nueva enfermedad de contagio inter
humano con síntomas asociados a insuficiente capacidad de respuesta del sistema
inmune ante el ataque de la infección, centrado fundamentalmente en el
sistema respiratorio.
En España, luego de un año de cuarentena, el turismo no levanta, la escolaridad
presencial se encuentra en porcentajes muy bajos de actividad y dado que habrá
elecciones para escoger al nuevo líder público de la Comunidad de Madrid, los
candidatos comienzan a preparar su subida al escenario de la campaña electoral
que se avecina. De hecho, Pablo Iglesias acaba de renunciar posiciones en el
gobierno español para convertirse en aspirante a Alcalde de Madrid, así, sin
medias tintas que ya no caben porque la estructura es virtual, sobre cristal líquido
como el contexto cultural actual de la civilización humana, según lo sostenido
por Zigmunt Bowman, autor de la teoría de la sociedad liquida.
Mientras eso ocurre en la Madre Patria, en la hija ilegítima, surgida de sus
gritos independentistas, el cambote de la usurpación, y sectores de la
legitima oposición democrática venezolana con ansias de cohabitación porque no
cabe pensar otra cuestión, entra en desespero activo por montar y ponerse en la
jugada de unas elecciones chimbas, una más de todas las acontecidas desde 2013
en adelante, puestas cual caramelito de cianuro sobre el tapete de la prolongación
de esta agonía que nos llevas de la mano, ya no vemos muy bien de cuál de los bandos en
pugna, celosamente atractivo de moscas hambrientas, ahítas de
reconocimiento y legitimación social ante la realidad de unos números que en las
encuestas dan asomo a la posibilidad de una victoria en nada dada la
indiferencia activa de la sociedad civil, pero cuya participación animaría el
hacer las pases para mantener algunas prerrogativas ante la usurpación, aunque
con riesgo de perder la siempre apetecida y bien vivida comunión con el
indeseado y excluyente mundo gringo en el Reino de Donald, Minie y Mickey. Son nuestros candidiotas.
Nuestros candidiotas se mueven y se muestran en campaña social, la que
no realizaron durante 2019 y 2020 porque de acuerdo a lo establecido en la Constitución,
este año 2021 es electoral y allí desean estar por encima de condiciones
que en nada se corresponden con un mínimo respetable y deseable de decencia
electoral. Mientras, en España, Pablito está seguro de que su participación no
solo es reconocida sino que, en caso de resultar ganador tendrá para si todas
las consideraciones que las leyes establecen en cuanto al reconocimiento de los
resultados derivados de la participación electoral originaria de la
sociedad, del Reino que habita los predios territoriales de la comunidad
madrileña y seria declarado su alcalde en buena lid.
Cabe preguntarnos si aquí, la realidad democrática del Imperio Español tiene
copia certificada para el caso venezolano, y la participación electoral de la
legitima oposición democrática venezolana sería reconocida en términos
equivalentes de respeto a la decisión ciudadana que se muestra dispuesta a
votar y que solo aspira dos consideraciones consecuentes: Votar para elegir y
que el resultado sea respetado tal cual y, elegir a los mejores, no
necesariamente la muestra de favores y agradecimientos que presentan los
partidos políticos.
Ante esa oposición chapucera, esto es quien realiza el trabajo de manera tosca
y descuidada sin evidenciar verdadero conocimiento del oficio y su
funcionalidad social en este caso, la chapuza de tanto candidiota ya no resulta
ni preocupante ni materia de su consideración, algunos han cambiado tanto el color
de gorras y franelas que su credibilidad es inexistente. Por el contrario, para
la sociedad civil, sus posiciones ante la cuestión electoral no es juego ni
desespero, sino evidencia de auto
reconocimiento a su dignidad humana y ciudadana en la promoción del cambio y la
transformación de la sociedad venezolana frente a la globalización planetaria
en el siglo XXI. En ese camino hemos de andar.
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