Venezuela llega al 19 de abril de año 2021, al comienzo de la segunda década del siglo XXI, en una situación de depauperación de los diferentes escenarios de su realidad en lo político, desde las posibilidades de solución al problema interno, ahora en situación de progresivo deterioro geopolítico interno, en lo externo ya es evidente, ante los sucesos que en las últimas semanas han venido ocurriendo en los estados fronterizos con Colombia, caso de Apure y Táchira.
Lo que habría sido teóricamente manejado como perdida de
gobernanza se aviene ahora en unión, a la ya existente carencia de
gobernabilidad en un territorio que de acuerdo con las más recientes
informaciones, apuntan un abandono de las operaciones militares en la zona, que
ahora habría que dilucidar esta si se trata de una jugada táctica, el
replanteamiento de objetivos estratégicos o, si se trata definitivamente del
abandono de las operaciones en la zona, lo cual resultaría sumamente grave por
cuanto abriría camino a escenarios nada deseados, como los son posibles
situaciones de secesionistas como algunos han venido planteando, lo cual nos
afectaría directamente en el caso del estado Bolívar y la región Guayana.
De mayor gravedad respecto a otras consideraciones, si se
tiene por hecho que en cuanto a las zonas fronterizas con Colombia, en algunos
escenarios de confrontación alrededor de los mojones que la delimitan a uno y
otro lado, en el caso territorial venezolano la voz cantante la lleva y ejecuta
el denominado Tren de Aragua. Mi mente es rodeada por una idea, la
declaratoria, aun cuando fuere parcial y diferencial, con base en los artículos
constitucionales 337, 338 y 339 del estado de excepción correspondiente a la
conmoción interior y e incluso exterior.
En lo económico, la hiperinflación ha continuado su
avance indetenible. En veintidós años no se ha dispuesto de la voluntad
política necesaria para dar satisfacción en el marco de exigencias nacionales,
a leyes conducentes al crecimiento y desarrollo del país en esta materia. No se han establecido verdaderas políticas
públicas derivadas de las leyes especiales de habilitación que para promulgar
leyes decreto en materia económica y financiera o en situación de estado de excepción
y emergencia económica, se han venido sucediendo desde el año el 26 de abril de
1999, de manera tal que permitiesen equilibrar la situación y disminuir el
deterioro mediante abatimiento de los indicadores macroeconómicos y políticas
orientadas hacia mejoras en lo microfinanciero, cada vez más difíciles de
manejar sin que de ello derive más que una realidad recurrentemente más
comprometida para los que cuentan con menor
disponibilidad y acceso a recursos, que les permitan sobrellevar tan
pesada rémora a las espaldas. No hay crecimiento ni se vislumbran posibilidades
de ello hacia el corto y mediano plazo, sino por el contrario, el deterioro de
los escenarios económicos en medio de la actual
puja dinámica por el control del Sistema Capitalista
Mundo/Globo/Planeta.
En lo sociocultural la realidad se ha desdibujado, desde
los caminos esperanzadoramente asfaltados del
desarrollo que existían y sombrearon el país entre desde 1958 hasta
comienzos de la década de los setenta, hasta la pedregosamente oscura ciénaga
que en lo comparativo lleva a ver nuestro futuro reflejado en las imágenes mezcladas
y sombrías llegadas desde la Cuba socio – marxista, obra de los hermanos Castro;
y del culto obligado al reyezuelo, so
pena de muerte, que observamos en la situación interna de Corea del Norte. En
ambos casos, sociedades deconstruidas bajo régimen de dominio,
sometimiento y control militar de la población. Más que dictaduras de nuevo
cuño, auténticas tiranías abiertamente contrarias a los valores universales de
la libertad y desarrollo independiente del hombre en un contexto de evolución
civilizatoria fundada en el conocer y saber, hacer, tener y convivir para ser.
No solo se trata de la situación de los servicios públicos
en general: Agua, electricidad y alumbrado, transporte público, abastecimiento
de aguas blancas y deposición de aguas negras, suministro de gas, acceso al
combustible que mueve el parque automotor en cuanto gasolina y diesel,
comunicaciones e internet y telefonía móvil e incluso los servicios de
televisión por cable y en general infraestructura en términos de carreteras y
vías de circulación terrestre, dotación hospitalaria y adecuación de la
infraestructura y realidad educativa de todos los niveles a la crisis de salud
pública que por estos tiempos recorre el mundo.
Todo lo anterior asociado a dos factores que se
constituyen con aquel, los tres jinetes del apocalipsis: Seguridad de personas,
bienes, jurídica y de propiedad privada,
y el acceso a los alimentos y medicamentos en el contexto de la pandemia. Vale
destacar respecto a esta última, que ha servido de base a los avances de la
usurpación y régimen de facto hacia la tiranía, utilizándola como distractor o
como elemento de terror cuando las circunstancias se prestan a ello y lo hacen
necesario desde la perspectiva de su sostenimiento en el poder. Digan lo que
digan, dígalo quien lo diga desde esa acera, nadie les cree, lo cual es
altamente peligroso en materia de salud pública, sumando ahora como amenaza que
no habrá vacunación masiva ni se permitirá el ingreso de vacuna alguna, aun en
condiciones de la crisis humanitaria compleja que se viven en el país, cuando
ya todos los jerarcas lo han sido y además se vierte en cara de la población
venezolana, que la asistencia cubana en el país ha sido totalmente protegida.
Ahora bien, la confluencia que refleja la realidad
venezolana anteriormente descrita que, aunque someramente, expresa la
profundidad de los factores implícitos en la situación de anomia social en la
que ahora desemboca la crisis venezolana, poniendo en boca el sabor de una
disolución posible del Estado Venezolano, cuestión que por ahora estaría fuera
de todo contexto geopolítico global si bien en el ámbito de lo regional
resultaría en expresiones gananciales para esa región del mundo que integran
Asia y África, queriendo dejar atrás la supremacía norteamericana y el estado
de bienestar para su población, bajo amenaza desestabilizadora de la espada de
Bolívar y el Foro de Sao Paulo en su recorrido por América Latina, patio
trasero de la aun primera potencia mundial. Una cuestión que así ha sido
considerada en recientes declaraciones del Secretario de Estado del gobierno de
los Estados Unidos al señalar a Venezuela como tal, respecto a la seguridad y
hegemonía de la América del Norte.
Ahora bien, en cuanto a la situación interna, aquella
realidad exterior asociada a intereses y objetivos supranacionales que
necesariamente conectan con esta, ubica un posible escenario de confluencia
respecto al estado de excepción; alarma en lo sociocultural, emergencia
económica a efectos del ingreso de recursos financieros y sus
aplicaciones y conmoción interna y externa en lo político – militar y control territorial
que, si bien elevan costos de permanencia en el poder por parte de la
usurpación y régimen de facto, disminuyen los costos de salida ante una
eventual negociación que en todo caso y a todo trance, tiene ya como interlocutores,
casi que exclusivamente actores internacionales. Los venezolanos son convidados
de piedra, mirones de la partida de
domino que se ejecuta sobre la mesa.
El actor externo de mayor jerarquía ha señalado, al lado
de quienes le acompañan que la restitución de la democracia y el Estado de
Derecho en Venezuela pasan por una salida constitucional, pacífica y electoral
basada en procesos comiciales auténticos, libres y creíbles donde lo
presidencial y de representación al parlamento nacional constituyen base de la
argumentación definitiva. Sin embargo esto no es apreciado de esa forma por
parte de actores políticos internos, particularmente en el caso de los partidos
políticos que incluso y no es para nada secreto, han jugado a la
desestabilización de la figura de Juan Guaidó, pese a que por todas las vías e
instancias internacionales han sido suficientemente informados que sin Guaidó a
la cabeza, no hay procesos ni entendimientos que valgan, y punto.
Y es que resulta inentendible para cualquiera de
nosotros, que ante los avances de la sociedad civil, esto es, la población sin
compromiso y militancia partidista, los partidos políticos, que se encuentran
viviendo una crisis adicional dentro de la crisis cual es la pérdida de apoyo,
reconocimiento y credibilidad ante la población que de ellos se siente engañada
y decepcionada, se empecinan en colocarle gríngolas para conducirla en su
provecho particular a los escenarios que ellos consideran han de ser los que
finalmente prevalezcan en el país, razón por la que la paciencia aliada ha
establecido que el apoyo y vinculo de primera línea es con Guaidó, no hablan de
partidos políticos y menos aún de su, en la realidad actual, supuesta hegemonía
sociopolítica.
De hecho el tema ha subido a la mesa de la opinión
pública al calor de una pregunta sobre la cual, nos corresponde elaborar
respuesta: ¿Pueden las organizaciones de la sociedad civil sustituir a los
partidos políticos? Esta
reflexión es parte de la elaboración de mi respuesta en tanto ser libre
pensante sin otra atadura al pensamiento que la derivada de mis personales e
íntimas convicciones. Continuare.
No hay comentarios:
Publicar un comentario