Venezuela vive la hora más triste de su historia republicana. Para nosotros, La hora menguada (1946), como bien pudiera señalar uno de los más productivos cuentistas venezolanos en obra de título un tanto similar, Don Rómulo Gallegos (1864 – 1969). Venezuela se desangra. Por lo general el sangramiento proviene de alguna herida que se vuelca al exterior del cuerpo. Seis millones y medio de personas hasta ahora, han tomado y ejecutado la decisión de marcharse del país en procura de mejores condiciones de vida y oportunidades para sí mismos y, perspectivas de un mejor futuro para los suyos. La diáspora, como se le conoce, constituye una hemorragia que desangra a la nación. Son desangrado nos canta una mujer que en su juventud decidió y apostó por su país, Soledad Bravo.
No
se trata de los cachos de Adolfo que Enriqueta descubrió luego de la muerte de
este y el embarazo de su hermana Amelia, preñada en vivo por aquel. Drama
terrible de tan solo imaginarlo, la traición de dos amores de distinto tenor,
el amor consanguíneo por Amelia y el amor pasional, en tiempos de restricciones
morales, por Adolfo, su marido bajo el aura de la bendición divina de la
iglesia. Así nos encontramos, en total estado de desolación, de desesperanza,
de anomia social, de perdida de la gobernabilidad en tanto cumplimiento de
obligaciones formales por parte del Estado Nación y hasta de gobernanza, en
cuanto los vínculos y responsabilidades con el mundo exterior.
Los
apagones y fallas del servicio eléctrico que se producen diariamente a lo largo
y ancho del país, constituyen evidentemente, una situación que va más allá del
racionamiento, es cuestión que ocurre a cada rato y sin previsiones de tipo
alguno por lo que es totalmente imposible planificarse con una ratio de
incertidumbre medianamente aceptable. De hecho, cuando apenas iniciaba estas líneas, fallo el
suministro hacia la zona donde ahora me encuentro. Es parte de la sangría interna
y la descomposición social que comienza con el desconocimiento del otro y
avanza hacia las deficiencias que todo tipo hoy se padecen en Venezuela, desde
la inmediatez en cuanto a prestación eficiente y eficaz de los servicios
públicos fundamentales hasta los problemas de salud y educación que, con el trabajo,
constituyen la traída que alimenta y contribuye a la proyección, avance y establecimiento
de los cánones del desarrollo sustentable.
Nuestra
hora menguada se cruza con el dolor que achica el alma de la misma manera que Honoré
de Balzac (1799 – 1850), nos dijera se achicaba la Piel de zapa (1831), en
manos de Valentín ante cada uno de sus
deseos cumplidos, el país pierde su fuerza vital con un agravante, ningún deseo
le es satisfecho, ninguna promesa le es cumplida. La más reciente filigrana
oficial de esta gente que actúa de facto en cuanto al control de poder público
deviene del Tribunal Supremo de Justicia quien sentencia que una norma que ha
venido aplicándose, ahora es inexistente. El Reglamento de la ONAPRE no existe,
pero se aplica en el caso de todos los funcionarios públicos, obvio, los no
enchufados al más alto nivel del régimen.
Entre
este par de lecturas con las intento ejemplificar la situación actual de nuestro
país, bien podemos anexar una tercera, publicada por el economista Roberto
Casanova (1962), Bifurcación, neocomunismo o libertad (2011),
representa la clave en cuanto a las tareas que tiene por delante el país de
cara al próximo 2023 y 2024. Contra todo el aparataje del Estado Socialista del
Siglo XXI, hay quienes han salido a mover y disputar los apoyos del electorado
chavista, tal vez no para sí en función de apoyos posibles pero, sin lugar a
dudas, para confrontar con el actual estado de cosas. Mientras, quienes conforman
la vanguardia en contra del régimen actual, aun disputan deshojando la
margarita, quien puede ser asomado a última hora comprometiendo a la fuerza,
posibles apoyos. Derrota segura.
Una
elección, siempre dirime, aunque no estemos de acuerdo, se acepta y se acata.
Primarias y nada más.
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