Fin
de semana en Caracas. Aparte diligencias personales propias y otras
relacionadas con mi padre, el viaje incluía la asistencia al Teatro Teresa
Carreño el sábado por la noche para disfrutar el espectáculo “Entre Mundos” de Siudy
Garrido[1],
en su despedida del país, antes de iniciar una nueva temporada en los Estados
Unidos, concretamente en Brodway. El habitual homenaje a mi madre y mis muertos
en el Cementerio del Este, un par de “buenos” almuerzos y obvio, algo de shopping en los centros comerciales más
visitados de la capital. Justamente el día domingo, buscando en uno y otro,
dada la sorpresa que nos depara el cumplimiento de la nueva Ley Orgánica del
Trabajo en su estimulo a la vagancia y no al ocio, topamos con librerías cerradas
y en medio de aquel deambular meridiano, fuimos al Centro Comercial Paseo Las
Mercedes y por curiosidad, más que por deseos de ver y comprar, entre a la “Librería
Nacho” y allí me sorprendí con una alta columna de libros que recién eran
incorporados al inventario.
La
verdad, el color más que la altura, llamó mi atención y … Oh¡ sorpresa, literalmente
me tropecé con la nueva novela de Sonia Chocrón, “Sabanas negras”. Me
sorprendió el hecho por la brevedad del tiempo transcurrido entre la
publicación de su primera novela, “Las mujeres de Huodini” que apenas había
terminado de leer y la aparición de esta
otra, la segunda. Ni pensarlo, fue el único libro que adquirí allí. Es que de
verdad, la Sra. Chocrón despierta interés por acceder a la narrativa de sus textos
en cuanto la creación intelectual que hace de sus novelas. Me atrevo a decir
que, al igual que en el caso de las sabrosas conversaciones que despierta en
los espacios virtuales del twitter,
ello pueda estar asociado a la cadencia sensual de su escritura, provista de
una dinámica envolvente que atrapa la atención del lector, no digo lectora,
ante la posible picardía del metamensaje que se descubre tras algunos pasajes de
sus novelas.
El
discurso narrativo se estructura desde la perspectiva temática de la intriga
criminal y el suspenso detectivesco por alcanzar la verdad acerca de las causas
de la muerte de Margarita Latuff Alea (Nombre que por su origen árabe es digno
de atención en el marco referencial de la autora). La novela tiene como base de
su desarrollo, las prácticas de la “trata de blancas” en el medio y mundo de
los certámenes de belleza, en este caso del Señorita Belleza Venezuela. Evidentemente, no entrare en detalles de la trama que han de
quedar para que cada quien se procure un ejemplar de la novela y pueda leerlo a
discreción a la vez que pueda disfrutarlo como corresponde. A diferencia de su
novela anterior, en la que el escenario se nos hacia presente en las calles de
Paris y el este de Caracas entre 1939 y lo tiempos actuales; en esta
oportunidad el contexto espacio – tiempo se aloja exclusivamente en la ciudad
de Caracas, ubicándose en lo geográfico desde el centro, en la avenida Baralt,
hacia el este. El año, uno cualquiera de este lustro, tal vez el año pasado por
señalar alguno.
Ahora
bien, sin hablar del desarrollo de la novela, si cabe hablar de sus
protagonistas, Nina es la principal, el otro es Francisco Javier “Cacho” Rondón.
Corresponderá a Nina, azuzada por Cacho, asumir a su lado el rol de investigadora, para
lo cual hace uso de una lucidez analítica que puede apreciarse en términos de
la limpieza y brillo de su intelecto, entrenado para el ejercicio de funciones
secretariales pero que, ante la injusticia que intenta dar carácter distinto a
las motivaciones del hecho, en perjuicio de la víctima, admite la sociedad para
llegar, mediante inteligente pesquisa de ambos, al autor cuya participación material
e intelectual, queda asociada no, a uno, sino a dos crímenes.
Nina
es una mujer que al ejercicio de sus eficientes labores como secretaria en el
canal de televisión que maneja la explotación comercial del concurso de belleza,
adosa su condición de madre soltera, a la vez que su figura, al margen de su
estatura, habla de una mujer atractiva aunque sin grandes aspiraciones en la
vida más que su dedicación a la crianza del infante que motiva todo su desvelo
y preocupación maternal. Ya se enamorará y tendrá ocasión para el disfrute del
acto amatorio con un hombre que filtrara su imagen a través de los azules de su
mirada.
Como
apunta Kundera[2],
“la novela es el lugar donde la imaginación puede explotar como en un sueño y
que la novela puede liberarse del imperativo aparentemente ineluctable de la verosimilitud”
(1986: 28), en consecuencia se hace evidente que Sonia nos plantea un tema que
por lo que veo, va siendo explotado de a poco en la novelística nacional de
hoy, habida cuenta que esta misma editorial ha dado a la luz una serie
denominada “Vértigo”[3],
donde una joven periodista se estrena como escritora teniendo como base en
secuestro de una miss, si bien el carácter del tratamiento narrativo es de
corte policial, lo cual no ocurre – a mi entender -, en el caso de “Sábanas
negras”.
En
ese orden de ideas, el contexto venezolano actual se caracteriza por el
esfuerzo que se hace desde el gobierno para subvertir principios y valores que
sustentan nuestras características como pueblo y sociedad, trastocándolos en
otros que han de soportar la emergencia del “hombre nuevo” que habrá de
rescatarnos de la ruina moral en la que nos encontramos como colectivo societal.
Ese intento se ha hecho acompañar de incremento en los indicadores de inseguridad
personal, asociados a un aumento de la violencia criminal cobijados bajo el
manto de la impunidad. Aunque vinculados en el hilo de la trama, los
acontecimientos que en lo familiar horadan la seguridad de Nina, llegan a constituir
una reflexión sobre las organizaciones criminales que se han instalado en el
país y del cómo se asocian y “legitiman” en los más elevados ambientes y con
los más sórdidos personajes de nuestra sociedad en la “Cultura del espectáculo”[4], e
incluso con la participación de quienes tienen la responsabilidad de evitarlo,
en este caso, los defensores del orden: La propia policía.
Interesante
resulta llevar la asociación del estado del tiempo y los eventos que ocurren y
se desarrollan en la trama de la novela. Desde los chubascos aislados y el
ligeramente soleado, pasando por la abundante nubosidad con precipitaciones dispersas
primero y después sin ellas, luego, lluvias intensas, hasta el mayormente soleado
y la claridad de los hachos en el capítulo final. Del mismo tenor, la cara oculta del “negocio”
en la palabra “mokita”, expresión de
origen kivila, lenguaje hablado en Nueva Guinea y cuyo significado
corresponde a “truth that everyone knows but nobody speaks”.
Verdad que todo el mundo sabe y calla. Yurima y “Cochino frito”, ambos
expresión de la gente humilde y sus valores colaboracionistas. Las promesas de
beodo que siempre se cumplen, no así las de borrachos. Por otra parte, una expresión
que he de buscar porque hacía mucho tiempo no la leía o escuchaba, el referente
“matica de café” para establecer que a alguien la han matado. De inmediato no
veo la asociación, ya la obtendré.
Nuevamente,
felicitaciones a Sonia Chocrón por este nuevo éxito sumado a su larga carrera
literaria e intelectual. Al igual que la anterior, una excelente novela para el
disfrute de un mejor rato durante su lectura.
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