Hace tres
semanas viaje a Maturín y solo había colas para gasolina en la bomba ubicada en
Chaguaramas. En Maturín, en la ciudad capital del estado Monagas, no había
colas en ninguna estación de servicio, salvo lo que normalmente pudiera encontrarse
cualquier día de servicio normal, tres o cuatro vehículos. Luego, hace tres
semanas, viaje a Puerto La Cruz y tampoco me tope con cola alguna en la ciudad,
tampoco en Lecherías. En las estaciones de servicio ubicadas en la carretera,
observe colas, aunque muy cortas, en estaciones de servicio de Santo Tome y en Bajo
Hondo. Hablo de diez carros o tal vez poco más. Y apenas este fin de semana
pasado hube de viajar nuevamente a Puerto La Cruz. No aprecie cola en las
estaciones de servicio en la carretera. Tres de las seis estaciones de servicio
en San José de Guanipa estaban cerradas por falta de combustible y no hubo una
sola cola en las estaciones de servicio en Puerto La Cruz ni en Lecherías. Por
eso me pregunto ¿Qué pasa con el problema en el estado Bolívar?
Las
especulaciones informativas son muchas. Las más comunes hablan del contrabando
de extracción hacia las minas, cuestión a la que me cuesta dar veracidad por
cuanto ello supondría el uso intensivo de la gasolina en la explotación minera
y si, pudiera resultar de mayor veracidad, el que esté operando contrabando de
extracción hacia otros destinos. En todo caso resulta cierto que se ha iniciado
el “bachaqueo” de gasolina y que hay zonas como en el caso de Santa Elena de Uairen
donde un tanqueo puede llegar a
costar hasta seiscientos mil bolívares fuertes. Una barbaridad.
En el caso de
nuestra ciudad capital, el problema del abastecimiento de gasolina se ha
agudizado al extremo. Las colas no solo incrementan su longitud sino el tiempo
que los usuarios de este servicio permanecen en las mismas por cuanto ya no se
trata de atender el momento de cargar combustible sino de espera a que las
gandolas lleguen a las estaciones de servicio. El domingo cuando regrese del
viaje, no había gasolina en ninguna estación de servicio en la carretera y hube
de hacer una cola de casi dos horas en Santo Tome donde pude cargar para continuar
hasta Ciudad Bolívar y acá no divise más que dos bombas con gasolina por lo que
decidí reabastecerme en una de ellas, la más cercana a mi residencia.
Ahora bien,
esta parte del relato la iniciare con una anécdota de lo que me ocurriera en
San José de Guanipa. Más de hora y media en cola luego de haberme ubicado detrás
de un vehículo pequeño y nuevo. Al rato una señora muy joven inicia viajes
constantes entre el vehículo en cuestión y una flamante camioneta que se ubico
en las afueras de la estación de servicio y allí se mantenía estacionada. El
chofer del vehículo pequeño, un joven al igual que la señora ya referida.
Entraban y salían de ambos vehículos y no entendía porque pero como no es mi
problema, pues solo me mantenía atento al avance de mi posición hacia el
surtidor de la gasolinera. Por fin, logro entrar al área de los surtidores y
Oh¡, que alivio ya solo tengo el vehículo que va delante, se ubica ante el
surtidor, la camioneta se mueve para ubicarse estratégicamente a cierta
distancia delante del mismo surtidor y el joven baja de su vehículo y se
acerca, pidiendo baje el vidrio de la ventanilla y le atienda.
- “Buenas tardes, por favor, aquella
camioneta es la de mi esposa.” Fueron sus palabras y a continuación: “Queremos
echar gasolina, puede dejar que cargue una vez hayan llenado el tanque de mi
carro.”
-
Mi respuesta. “Lo siento, hay varios
inconvenientes para ello”
- “Es que el bombero me dijo que le preguntara
a usted y el vehículo de atrás, si están de acuerdo el me cargara gasolina”.
"No estoy de acuerdo. Primero, tengo
más de hora y media en cola. Segundo, esa camioneta tiene parada fuera de la
cola, tanto tiempo como el que usted ha tenido delante de mí, porque no la
colocaron en la fila, estuvieses cargando y sin pedir favores sino ejerciendo
tu derecho”
La
conversación continua por un momento, interviene el bombero salvando su
responsabilidad y obvio, su trabajo, poniendo en evidencia su madurez emocional
al no comprometerse en algo que no le competía a menos que faltara el respeto a
quienes estaban detrás en la cola. Fue una actitud muy profesional por parte
del joven y humilde trabajador de la bomba de gasolina. Y esa actitud es la que
ahora refiero como contrapartida a la que esa misma tarde pude apreciar en los concesionarios
de las dos estaciones de servicio que se encontraban abiertas y despachando
combustible en Ciudad Bolívar, esa tarde de domingo.
Y es que
luego de unos veinte minutos y haber adelantado tanto como para que solo
estuviesen por delante unos diez vehículos antes de entrar a los surtidores en
la estación de servicio ubicada frente a una reconocida clínica de esta ciudad,
vienen los militares advirtiendo que ya no había más despacho porque se había terminado
el combustible. Bueno, está bien, cuestión de suerte, se agoto y como le
hacemos, ir a otra bomba o tomar rumbo a casa y esperara hasta mañana para
resolver. Sin embargo, que triste la actitud de los concesionarios de esta
gasolinera para el usuario. La cola de enchufados y amigos, que no vehículos
oficiales que entraban a tanquear por
lo que es le “puerta” de salida, era superior a los veinte vehículos. Se agoto
la gasolina para los usuarios más no así para los amigos. Una actitud
totalmente contraria a la vivida en El Tigrito (San José de Guanipa).
En este caso,
la actitud del “bombero” es la que corresponde a un ciudadano, la de los concesionarios,
que no propietarios, de la estación de servicio en Ciudad Bolívar, es la de un
habitante. Y esa actitud, la del habitante, es lo que hace la diferencia entre
un país que progresa y un país que vive en el atraso. Con su actitud, el
humilde trabajador da ejemplo de deberes y derechos para la construcción de
ciudadanía y transformación de la sociedad mientras los flamantes, en esta
caso, las flamantes concesionarias, ponen en evidencia que la tenencia de
bienes y seguramente un importante capital, no contribuye para nada al cambio
social y mantiene en favor de los enchufados, característica del populismo
rampante que vivimos en el país.
Mientras, en
la otra bomba observamos idéntica situación. Peor si consideramos que su
propietario se vende como profesional de la política y tiene aspiraciones, más
bien avidez o ambición por llegar al poder a través de un “intermediario” a
quien aspiran ubicar en la Alcaldía de Heres. Acaso no son estos personajes idénticos
a los que en términos de “esta gente”
nos refiere Francisco Suniaga en su novela del mismo título. Con “esta gente” nada
cambiara.
Esas, son actitudes proclives a la corrupción,
al igual que la presencia de militares que las favorecen siendo testigos
materiales de la impunidad. Cómo entonces, construir ciudadanía desde esas actitudes. Bolívar,
como te han olvidado. A ti y tus ideas sobre el cultivo de las virtudes, los
valores y la ejemplarizante ciudadanía. Es evidente que en nuestro venezolano
caso y situación, nuestro problema no es solo gasolina…
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