A mi hermana menor,
Isabel Teresa,
en la fecha de su
cumpleaños.
De aquella familia
original,
ahora solo estamos
tu y yo.
En la Venezuela que viene, los "políticos" (Hay cada disfraz),
habrán de habérselas con la verdad por delante. No valen declaraciones fatuas, vacías
de todo contenido con el único afan de figurar. Eso vale igualmente para todos
quienes nos dedicamos a la conformación de opinión pública. Dijera Bolívar que
allí radica la mayor de las fuerzas sociales. Hasta ayer, no había leído
ninguna explicación que nos ubicara ante el problema de la gasolina, hasta que
ya¡, por vía de Iván Freites, secretario
de la Federación de Trabajadores Petroleros de Venezuela tenemos una
explicación de la situación.
Señala Freites que no hay producción de gasolina en el país y que las dos refinerías
que aun se encuentran operativas apenas pueden satisfacer poco menos del 42,00
% de la demanda nacional. Ambas refinerías producen gasolina de bajo octanaje
lo cual empeora la situación debido a la inexistencia de inventarios en cuanto
a los aditivos que son necesarios para un mejor funcionamiento de los motores
de combustión interna, evitar la contaminación sónica y la generación de
desechos tóxicos más allá de lo normativamente aceptable y la pérdida de
combustible por combustión incompleta en
las cámaras del motor, perdida de dinero para el usuario y daños a los motores
y su funcionamiento. Es decir, la debacle primaria.
Adicionalmente, a esa situación hay que adicionar la insoportable situación
en las colas con el riesgo consiguiente derivado de la ya rampante inseguridad
que cohabita con nosotros en cualquier rincón del país y, obvio está, la elevación
en el precio del transporte por cuanto el tiempo invertido para llenar un
tanque de gasolina automotor con limitaciones en cuanto al kilometraje a
recorrer y la incertidumbre de poder llenar otra vez, elevan los costos. Esto
es, la debacle secundaria.
Dos consecuencias inmediatas, la afectación de los costos de transporte y
el riesgo de la inseguridad para los conductores en primer lugar y, en segundo
plano, la elevación de los costos de transporte para quienes detentan menor disponibilidad
financiera para acceder y sufragar sus gastos de movilización y desplazamiento
a objeto de cumplir con sus responsabilidades y actividades diarias. Entonces, emerge
la debacle total: El país se paraliza progresivamente.
No hay dinero circulante en efectivo, se vende con un rédito mínimo del
diez por ciento; escasean los alimentos y medicamentos con el aditamento de
que, si la población los consigue, los precios son prohibitivos dado el
multiplicador referencial en progresión geométrica correspondiente a la
incertidumbre de costo de reposición e inventarios a futuro por parte de
quienes los expenden; si hay posibilidades y disposición para el uso de las
tarjetas de debito o crédito y costear las compras mediante el uso de los pagos
electrónicos, los puntos de venta se encuentran colapsados por el mal servicio
y falta de mantenimiento en la internet, paso previo en el acondicionamiento
experimental de la rana en agua caliente para la nacionalización de la banca
privada, vía espuria, inconstitucional e ilegítima agrupación de “ciudadanos”
fraudulentamente ubicados en posiciones de beligerancia institucional a través
de las trampas del Consejo Nacional Electoral. Debacle mayor.
Ese es el país que disponemos a los veinte días del mes de septiembre del
año dos mil diecisiete. Apelo a la cábala y busco en el horóscopo chino. Dos
mil diecisiete es el año del gallo de fuego. Mi mente cochambrosa y muy
venezolana imagina, gallos, rapidez, inmediatez y recuerdo una estrofa entre melómanos
al calor de unos tragos: “Quien pudiera tener la suerte que tiene el gallo….”,
pero no, no hay comparación posible. Mis pensamientos giran a otra coordenada
cognitiva, la moda, los animalitos, Pudiera ser el dato de hoy en alguno de los
numerosos sorteos que se suceden a diario, dicen que cuatro, otros que ocho, en
fin la fiebre de la lotería de animalitos de 2017, supera con creces el
conocimiento y acercamiento que tuve a ella cuando hace cuarenta y cuatro años
recale en estas tierras, prendado de la belleza de las mujeres guayanesas pero
finalmente embelesado en el trance romántico con una “gocha”. No, no es ni un
gallo ni el otro.
Se trata del fuego rojo, corresponde a un “gallo de fuego”. De nuevo vuela
la imaginación y se traslada al Aula Magna de la Universidad Central de
Venezuela en una tarde noche de tantas como las que plenaron mi existencia en
los amplios y verdosos espacios de mi Alma Mater primigenia. Estamos a la
espera de que inicie el concierto. Ni idea de quién era aquel compositor y director
de orquestas sinfónicas que en pocos minutos se presentaría para dirigir, ya no
recuerdo si a una Orquesta Sinfónica o un amplio grupo de músicos que le
acompañaban en su periplo por tierras latinoamericanas en general y
universitarias en concreto. Mi pensar se erecta en lo académico, Igor Stravinski
y su “pájaro de fuego”, será acaso un pájaro y no un gallo. Años después tuve
la oportunidad de ver y escuchar en vivo y en esa misma sala un concierto en el
que se interpretara música académicamente straviskyana y el “pájaro de fuego”
fuese parte de las interpretaciones sinfónicas que escucha aquella mañana en domingo universitario después de misa en
Los Chaguaramos, pero eso será parte de otra historia.
Estamos a la espera, ando solo, veo al techo, admiro las “nubes flotantes”
de Alexander Calder. Esa tecnología es parte de los elementos que la hacen una
de las cinco mejores salas de conciertos del mundo desde el punto de vista de
su acústica y un aforo para dos mil setecientas personas cómodamente sentadas.
Aquí, en esta sala, en este auditórium recibiré mi titulo de farmacéutico asumo
que pensaba si las distancias entre la
certidumbre y el olvido me permiten jugar una pasada existencial a los
recuerdos de aquella noche.
Desde el fondo de la sala, un hombre blanco, alto, delgado es seguido por
un reflector que lo ilumina a él a la vez que le hace claro el camino hacia el
escenario donde los músicos esperan. No hay tiempo para calentar las emociones
del público expectante. Se ubica sobre la plataforma que lo erige en director
de la agrupación y el éter recoge y trasmite los primeros acordes, el concierto
ha comenzado sin presentación previa. Era nada más que Mikis Theodorakis, el ya
para ese momento famoso compositor griego, militante del Partido Comunista
Griego y quien fuera objeto de persecución política por ello, de parte de la
Junta de Gobierno que por aquellas fechas mantenía y ejercía el poder político
en Grecia. Eran acordes altisonantes, la genta inicio un acompasado
acompañamiento con las palmas y las emociones abrieron poros en la piel y brotaron
hasta el improvisado baile la danza griega por parte de los más entusiastas de la
primera fila. Para mí, la universidad apenas comenzaba.
Rebusco en el horóscopo para no hundir el pie mientras escribo estas líneas
y ustedes me refieran como poco desinformado. El 2017 se corresponde con el año
4714 del calendario chino, el gallo de fuego rojo simboliza el yin, la femineidad,
de igual manera que le correspondiera en el año 1957. Me intereso en la lectura
y continuo, los pensamientos se atropellan sobre los surcos cerebrales, asumo.
Signo regente el gallo, Elemento del año en el calendario, fuego. Sigo con
emoción las predicciones posibles: El metal, propio del ave, gallo o pollo (No
creo que en aquellos tiempos hubiesen pollos), pero continuo, en su unión con
el fuego “y el fuego va a sacar chispas
candentes”. Me agito y pienso en el país. El fuego va a destruir el metal en un
año que ha de resultar muy complicado. “Durante el año del pájaro candente todo
se mantendrá en equilibrio inestable, ya que todo apunta a grandes discusiones
y mezquindades, a fenómenos autoritarios y dominantes y a una paz tensa”. De
nuevo en mi mente, el país.
Un país paralizado, ¿Será solo gasolina? …
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