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Farmacéutico. Profesor Titular en la UDO. Consultoría y Asesoramiento en planificación, organización y gerencia. Coaching. Políticas públicas. Estudios de especialidad, maestría y doctorado.

miércoles, 30 de enero de 2019

Involución civilizatoria del Golpe de Estado


El Golpe de Estado es una acción de fuerza mediante la cual un grupo humano asciende al poder y desaloja a quienes lo ejercen en un momento dado.  De acuerdo con los teóricos de la política, la idea del Golpe de  Estado se maneja desde el siglo XVII, cuando era considerado como un hecho legítimo, concretamente desde el año 1639 con la publicación de la obra “Consideraciones políticas sobre los golpes de Estado escrita por el autor francés  Gabriel Naudé, citado por Ramón Alonso Dugarte Rangel (2019)[1].

En el caso de América latina y en lo que va del siglo XXI, ocho funcionarios públicos en ejercicio de cargo presidencial a nivel del ejecutivo han denunciado la gestación o sospechas sobre golpes de Estado en su contra, en once oportunidades. De ellos, cuatro ocasiones han correspondido a tan solo dos funcionarios venezolanos en los años 2002, 2014, 2017 y 2019. Para el caso venezolano, ello constituye un indicador elevado ya que en tan solo veinte años y del total de ocho denuncias, la mitad ha correspondido a nuestro país.

Ahora bien, del total de ocho funcionarios en ejercicio funcional de la presidencia de la república en sus países, cinco de los denunciantes modificaron las constituciones de sus países o se aprovecharon de argucias legales para mantenerse en el cargo más allá de lo inicialmente establecido cuando llegaron a ocupar el mismo. Esto es, faltaron a la Constitución. Si bien esto no justifica golpe de Estado alguno, refiere un factor político que no debería ser deleznado en cualquier análisis por cuanto advierte que el planteamiento de estas reacciones, pudieron ser posibilitadas por el hecho previo de faltar al texto constitucional en beneficio de su propia persona y condicionantes políticos.

Características del golpe de Estado son, entre otras, el secreto de su gestación y al factor sorpresa en su ejecución para evitar la inmediata confrontación armada y, siempre actuando como parte del mismo, funcionarios del Estado, particularmente de quienes detentan las armas y tienen asignado el monopolio de la fuerza, es decir, todo golpe de Estado implica en su ejecución, personal adscrito al propio aparato estatal. El objetivo de todo golpe de Estado es apoderarse del mando del gobierno bloqueando la capacidad de respuesta del Estado. 

Todo golpe de Estado ha sido previamente meditado y en lo inmediato, en plena fase de ejecución, procede a la neutralización de la población con verdades o mentiras apara ganar su apoyo y reducir su beligerancia. Y siempre, un golpe de Estado se justifica en cuanto a la opinión de sus autores, en función del restablecimiento del orden constitucional que, por una u otra razón, se encuentra alterado y corrompido por el gobierno en funciones para ese momento. Se trata de restablecer el orden perdido, esa será siempre la excusa, que  lamentablemente viene acompañada de la sustitución impuesta de normas o personas adscritas a lo civilmente acordado, amén de vigentes, por las que pudiera y en efecto estableciera el sector militar. 

El golpe de Estado se vincula en sus orígenes a la necesidad de hacer presente el César defensor del Reino por lo que se asocia a la idea del “cesarismo”, tan conocida en los ámbitos de nuestro país, en las tesis de Vallenilla Lanz para justificar los regímenes de fuerza en Venezuela durante el siglo XX particularmente los gobiernos que van de la mano de un hombre fuerte que ha de meter en cintura a la sociedad y todos sus males, particularmente los políticos, que no permiten que el país avance por la senda que se considera optima desde las perspectivas de la posesión de verdades absolutas por parte del dictador, toda vez que el golpe de Estado da lugar al establecimiento de dictaduras y tiranías.

En sus inicios, señala Dugarte Rangel, el golpe de Estado se asociaba a ideales positivos y benéficos para la sociedad, para expresarlo en leguaje coloquial, eran buenos. El monarca estaba sujeto a la posibilidad de actuar conforme al menos a una de tres opciones para generarlo: El amparo de las leyes en cuanto fundación y conservación del Estado lo cual era aceptado de manera universal; Las razones de Estado, concernientes ala derogación del derecho común sustituyéndole por el bien común y la utilidad pública y, en tercer lugar, en tanto “acciones osadas  y extraordinarias… en los negocios difíciles… contra el derecho común… sin formalidad… arriesgando el interés particular por el bien público.” De tal manera que el golpe de Estado representaba para el monarca, una salida audaz cuando los intereses públicos se veían amenazados.

Es después de los acontecimientos de la Revolución francesa cuando, derribada la monarquía y establecida la Segunda República Francesa, el 2 de diciembre de 1851 Luis Napoleón Bonaparte se hace del poder por la fuerza y es proclamado presidente, situación que conlleva a disputas con la Asamblea Nacional a la que se sobrepone dejando con ello establecida la idea del autogolpe o golpe bonapartista, adjudicándosele toda connotación peyorativa y malvada a partir de esos momentos, más allá de la crítica que, como fórmula de acceso al poder y en el plano moral, el golpe de estado había recibido de Víctor Hugo,  Proudhon y Marx entre otros.

Posteriormente, en la dinámica de las vinculaciones concretas de tiempo y espacio en tanto territorialidad, el golpe de Estado adquirió rasgos de su caracterización contemporánea al hacerse presente en el ámbito político latinoamericano como elemento recurrente en los cambios de gobierno favorecidos por la defensa de mercados precapitalistas emergentes en la región, como parte de acciones cuyo objetivo primordial era el evitar la instauración del socialismo en tanto contrapartida del capitalismo, en el marco de nuestras sociedades, toda vez que la situación de depauperación en la que se encontraban les hacían “caldo de cultivo” adecuado para que la propaganda comunista pudiera penetrarlas.

Por esa razón, durante el siglo XX se dio primacía al desarrollo económico de América latina con base en el control de explotación y exportación de materias primas, la sustitución de importaciones y la alianza para el progreso en lo económico; la geocultura mundial del capitalismo en lo sociocultural y los regímenes de fuerza, golpes de Estado mediantes si era el caso y lo establecían las necesidades de control, en lo político fueron las bases modelares de la realidad concerniente a nuestros países.

De allí que en este patio trasero de la historia, más que de Estados Unidos, y es mi muy particular punto de vista y posición al respecto, surgiera como explicación teórica de este acontecer regional en el marco de universidades signadas por la ideogelización de izquierda, la reconocida Teoría de la Dependencia y del desarrollo centro – periferia así como sus expresiones en contraparte unas, en alienación revolucionaria otras, cuyas perfomances ideográficas vinieron lideradas por Eduardo Galeano y su Venas abiertas de América Latina; Carlos Rangel en su pieza discursiva Del buen salvaje al buen revolucionario y en términos más recientes y contestatarios, la tríada integrada por Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa en doble entrega bibliográfica correspondientes al Manual del perfecto idiota latinoamericano primero, y luego, El regreso del idiota.

En ese contexto prendió la simiente de los golpes de Estado cuyo centro de reclutamiento y entrenamiento ideológico se hubo establecido en la Ciudad de Chorrillos en Perú, donde acudían nuestros militares al acceder a sus cursos de Estado Mayor y recibir las directrices instruccionales del catecismo anticomunista por lo que, cuando se hacía necesario, ocurría el golpe de timón en la dirección política del Estado – Nación al amparo de las asonadas militares, instauración de gobiernos de facto que luego se legitimaban mediante constituciones a la medida y razones del momento histórico personal del agendado presidencial.

En Venezuela, y solo referiré los siglos XX y XXI por cuanto el siglo XIX corrió entre caudillos y hechos de fuerza, sin la connotación actual de lo que implica un golpe de Estado, se produjeron golpes importantes como los acaecidos en octubre de 1945, noviembre de 1948, noviembre de 1952, enero de 1958, febrero de 1992 y noviembre de 1992; en abril de 2002 se ha documentado una situación de vacío de poder que no de golpe de Estado. Lograron el objetivo y se convirtieron en auténticos golpes de Estado, los de octubre de 1945, noviembre de 1948, noviembre de 1952 y enero de 1958. Los no exitosos, en febrero de 1992 y noviembre del mismo año, habrían de ser considerados como asonadas militares por cuanto no alcanzaron el objetivo, cual es la toma y sustitución de los personeros que detentan el poder, esto es, fracasaron, mientras lo ocurrido en abril de 2002 corresponde a tipología diferente.

Ahora bien, lo que ocurre ahora en Venezuela, al treinta de enero de 2019, pudiera no se enmarcado apara nada en las tesis del golpe de Estado. Los hechos no calzan para su análisis Stricto sensu, en esa categoría, si bien existen rasgos que apuntalan el perfil de los acontecimientos previos a esta fecha, en lo que teóricos del golpe de Estado califican hoy como golpes suaves

Es el propio Dugarte Rangel quien reseña a cinco pensadores académicos cuyos trabajos se centran el lo atinente a la teoría del golpe de Estado. En primer lugar, Curzio Malaparte quien en 1931 publicara su obra Técnicas del golpe de Estado la que le produjo momentos ingratos ya que fue prohibida en multiplicidad de países a la vez que se le hizo pagar cárcel en otros debido a que se estimaba que su contenido abría tentaciones para la instauración de situaciones de facto a través de los golpes de Estado. Luego y en orden de sus publicaciones principales, Dugarte Rangel considera a Samuel Huntington y su libro El soldado y el Estado (1957); Samuel Finer, quien en 1962 publicara Los militares en la política mundial  y Edward Luttwak en 1968 con su obra Golpe de Estado. Un manual práctico. Ya de manera reciente, el autor cuyo texto sirve de base a esta reflexión, apunta el nombre de Gene Sharp, De la dictadura a la democracia (1993), fundamento de las técnicas del denominado “golpe suave”.

En la óptica de lo planteado en el texto de Dugarte Rangel, la militarización de postguerra en América Latina, Asia y África hemos de asumir, abrió las ansias de participación de este sector de la sociedad en los asuntos políticos, de manera directa y en rol beligerante, alejados de su función social que no es otra que el resguardo, para lo cual su legitimidad se apoya en el uso monopólico y constitucional de la fuerza. Han de cuidar y velar por el interés nacional siendo defensores del Estado Nación, su independencia y soberanía, esta última tanto la territorial, como la político – civil que es originaria y descansa en la población que la posee y determina su funcionalidad inmanente a lo político. 

Para ello y como una forma de disminuir esa tentación de convertirse en árbitros y tutores de la sociedad, algunas de las ideas planteadas por Huntington, Finer y Luttwak pueden resumirse en lo siguiente: La profesionalización y no beligerancia política del sector militar, lo que no necesariamente ha de asumirse en la perspectiva de hacerles eunucos políticos, aunque si, establecer limitaciones para el ejercicio de la misma; Los militares han de respetar el principio de la autoridad legítima y consiguientemente la supremacía civil. Respecto a la sociedad, los militares han de reconocer la autoridad civil y obedecerla ya que en el seno de la democracia, esta es la razón del poder público y por tanto del poder político. 

Visto y analizado el planteamiento de Ramón Alonso Dugarte Rangel, caben algunas interrogantes. Para Venezuela en lo político, 2019 se inicia con la denuncia de un golpe de Estado en proceso, que se habría fraguado y estría ejecutando desde el exterior en acciones que vienen coordinadas desde varios países. Se habla de las modalidades del golpe suave.  Ello implica plantearse algunas cuestiones que han de ser respondidas desde el análisis de la realidad operante en el contexto de la situación – país que colma el escenario nacional. 

Al respecto caben algunas preguntas: ¿Cuál es la cualidad ideológica del funcionariado que ocupa el poder público en la Venezuela de enero de 2019? ¿Cuál su cualificación actual en el contexto de Constitución de la República? ¿El ambiente general que se vive en el país es democrático con base en la vigencia constitucional, o dictatorial en función del interés de los “amos” del poder? ¿En el contexto de la Venezuela actual, el sector militar ha mostrado respeto pos la Constitución y leyes de la República? ¿Son los civiles, poseedores de la autoridad constitucional legítima y originaria, respetados por el sector militar? ¿Es la “democracia” venezolana de hoy, un sistema socio político y cultural tutelado por los militares? ¿Hasta qué punto, los civiles han empeñado su dignidad para ponerse al servicio de la  causa militar, dado que este estamento de la sociedad no posee el mínimo necesario de cultura política y capacidades técnicas para acometer funciones de gobierno en el contexto democrático, sin que medie la fuerza en el ejercicio de su beligerancia de cara al funcionamiento del Estado? ¿En el contexto general de la evolución político institucional del país desde 1810 a la fecha, cuál ha sido la magnitud de la participación militar en funciones de Estado y de gobierno, en los escenarios de la detentación fáctica del poder?

Cada uno de quienes han tenido la paciencia de leerme hasta aca, tiene en sus manos la posibilidad de plantearse respuestas con sujeción a sus propias y auténticas verdades, parciales como son, en el análisis contextual de nuestra realidad. Cada quien desde su verda tiene el derecho de proceder, hagámoslo.




[1] DUGARTE RANGEL Ramón Alonso (2019). El golpe de Estado en América Latina. Un ejercicio de historia conceptual. En Procesos Históricos, Revista de Historia y Ciencias Sociales. Número 35, enero – junio 2019. pp 147 – 164 Universidad de Los Andes. Mérida. Venezuela. Mientras no se señale expresamente otra fuente, las ideas citadas en el presenta trabajo corresponden al texto mencionado.