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Farmacéutico. Profesor Titular en la UDO. Consultoría y Asesoramiento en planificación, organización y gerencia. Coaching. Políticas públicas. Estudios de especialidad, maestría y doctorado.

domingo, 17 de enero de 2021

Las miserias del historicismo popperiano niegan la construcción del futuro posible a partir de la planificación

Como  diría  el  Citizen desde su mayamera  existencia ´´al final de día´´ no  se  qué  subiré  a  las redes este domingo, si lo que inicialmente me había planteado como tema desde la multiplicidad de notas recopiladas esta semana que termina o, las ideas que la lectura de Antonio Arraiz Lucca sobre Karl Popper, publicadas en la página Proyecto Base, coloca frente a mí.

En efecto, la afirmación categórica de Popper en cuanto al historicismo, en cita que tomo del propio Arraiz Lucca 2020, señalando su visión de aquel en el contexto de las Ciencias Sociales, me llevan a elucubrar acerca de la idea que he colocado como título a esta reflexión:

“Entiendo por ‘historicismo’ un punto de vista sobre las ciencias sociales que supone que la predicción histórica es el fin principal de éstas, y que supone que este fin es alcanzable por medio del descubrimiento de los ‘ritmos’ o los ‘modelos’, de las ‘leyes’ o las ‘tendencias’ que yacen bajo la evolución de la historia.” (Popper, 2002:17).

Si como afirma Popper, es cuasi imposible predecir el futuro, vale preguntarnos si de manera cierta será posible construirlo. Y viene a cuento en mi memoria debido a que en el ámbito de la planificación partimos de una idea sentada en la utopía deseada, lo que el habla común considera el deber ser.

La planificación tradicional fundamentada en el determinismo considera el estado inicial de la realidad concreta y un estado o situación final hacia donde se avanza mediante acciones guiadas y presididas por la planificación en la ejecución de un recorrido en perspectiva. La planificación estratégica situacional llego en su momento para ir más allá de la flexibilidad de los planes e introducir la contingencia como un elemento que vendría a formar parte de lo cotidiano en el arte de visualizar e intentar la concreción de la realidad soñada.

La evaluación de las condiciones de avance hacia el cumplimiento y logro de fines, objetivos y metas adquieren en esos modelos sustitutivos de lo normativo e imperativo de la planificación, tal cual la conocíamos en la Venezuela democrática representativa, birretes de senda única cuyo tránsito en cuanto ruta establecida nos ubicaría en segundo estadio de la realidad cumplidos los lapsos establecidos. Ello, lógico es pensarlo ahora, en tanto rémora del positivismo mecanicista newtoniano que se había instalado en Venezuela desde las primeras décadas del siglo XX.

Desde esa lógica de la planificación vieron luz los planes de Betancourt (1958 – 1963), Leoni (1963 - 1968) y Caldera (I: 1968 - 1973), en sus planes quinquenales y nacionales. Cuando por primera vez llega Pérez a la Presidencia de la República (1973 - 1978), viene con él un joven imbuido de nuevas ideas respecto a dos cuestiones de interés para el desarrollo de un país como el nuestro. La importancia de la ciencia y la tecnología en función del desarrollo y con ello la socialización del academicismo de los investigadores, cosa sobre la que ya Marcel Roche se había expresado en cuanto la responsabilidad social de la investigación científica y tecnológica en esta Tierra de Gracia; la otra cuestión en mente de Carlos Raúl Matos Azocar eran los nuevos paradigmas de la  planificación y su aplicación a las necesidades de cambio y transformación de la realidad venezolana.

Cuando estuvo al lado de Pérez, Carlos Raúl dio curso a la realización del Primer Congreso Nacional de Ciencia y Tecnología y la creación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICIT). Posteriormente, a Matos Azocar  le correspondió actuar como Ministro de Planificación de Lusinchi (1983 - 1988) cuando este sustituyo en la presidencia a Herrera Campins (1978 - 1983) y en cumplimiento de esas funciones, propone el primer plan nacional con base en lo estratégico y situacional.

Carlos Andrés (II: 1988 - 1993) intenta ir más allá de aquellos avances, los cuales finalmente no logran concretarse ante la irresponsabilidad de sus compañeros de partido que optan por cerrar el paso a importantes reformas conducentes a un modelo de sociedad liberal y por tanto más abierto y fundado en la competitividad, logrando mantener el responso populista que ya había dado muestras de naufragio desde su base sostenida en el modelo de renta de la tierra del que Asdrúbal Baptista afirmara en su oportunidad, constituye ejemplo de modelos que se agotan, más aun sobre los lomos galeanicos de Las venas abiertas de América latina, Venezuela no prosperaba, no cambiaba, no se transformaba sino de manera reactiva, nunca proactiva.

Con Caldera (II: 1983 - 1988) se cierra el escenario de la democracia representativa sin que el país hubiese iniciado el camino de despegue hacia y la procura de su propio destino dado que no habiendo posibilidades de plan se opta sustituirlo por la Agenda Venezuela, listado de acciones sin aterrizaje cierto, desde donde se liberó la encarnación del mal en el peor parto histórico de la civilización humana en los tiempos de la contemporaneidad y la postmodernidad que se bate sobre nuestro país desde 1998 y aun, en estas fechas, al inicio de la tercera década del siglo XXI.

Y entonces, vuelvo sobre la pregunta que deriva de la reflexión de Popper en la pluma de Arraiz Lucca en cuanto a si es posible la construcción del futuro y el rol que en ello ha de cumplir o cumple la planificación. Más aún cuando del camino de ida entre una y otra realidad, la planificación ha saltado al camino de vuelta mediante los modelos predictivos cuya base es la futurología con sus futuribles y futurables mediante la construcción de escenarios en nota de lo posible y probable al amparo de los paradigmas empírico relativistas de la ciencia, hoy afectados por el holismo y lo complejo, me atrevo a ver hacia las nuevas vertientes del espaciotiempo que van emergiendo ante la sistematización del todo, sin que aún se perciban los primeros indicios de su superación, como no sean las especulaciones acerca de la creación de un Nuevo Orden Global.

Saber y conocimiento no son sinónimos, pero ambos son expresiones de la Hidra de Lerna y sus mil cabezas en cuanto a la reproducción y su afloramiento en los marcos de la civilización humana. Pareciera que no teniendo otro oficio que pensar y por si fuese poco, una nueva lectura difumina el deseo de saber, de conocer, y entonces buscamos nuevos derroteros para evitar la muerte súbita de nuestras neuronas. De allí que todo totalitarismo sea enemigo acérrimo de la mayor virtud humana, el pensar, crear y recrear sobre lo pensado. Así va la vida, de esa manera existo y aun Venezuela y los venezolanos no tomamos la responsabilidad de construir nuestra propia y genuina realidad de cara al futuro, todo nos ha devenido desde fuera.