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Farmacéutico. Profesor Titular en la UDO. Consultoría y Asesoramiento en planificación, organización y gerencia. Coaching. Políticas públicas. Estudios de especialidad, maestría y doctorado.

viernes, 14 de enero de 2011

¿La universidad deseada, ó la universidad necesaria? (1)

 Mis primeras incursiones políticas e institucionales en el ámbito de la universidad, ocurrieron en la triada final de los sesenta, cuando recién se hacían sentir en las aulas de la educación superior venezolanas, las consecuencias del Mayo Francés que hizo explosión en el Paris de 1960 con toda la carga de un proceso de transformación fundamentalmente cultural, que ha culminado, a mi modo de ver, con el establecimiento de una nueva etapa en la evolución de la humanidad: El postmodernismo.

Cuando inicie mis estudios universitarios, la Universidad de Oriente se abría paso en un camino que apenas transitaba los once años desde su creación. De ella había tenido conocimiento cuando mi hermano mayor accedió a sus estudios para la obtención del grado de Tecnólogo en el Núcleo de Anzoátegui. En la puerta de nuestra casa en Los Magallanes de Catia, en más de una oportunidad llegaron los telegramas de la Oficina de Control de Estudios de la UDO, en las que se daba cuenta de la situación académica en la que se encontraba, con lo cual no cabía la posibilidad de engaño a mis padres, quienes costeaban los gastos inherentes a su estadía en Barcelona y obvio, lo requerido para mantener su presencia en la universidad, en ese caso en el Instituto Tecnológico. Contrariamente a lo universalmente pretendido en cuanto que a este nivel de estudios la responsabilidad compete individualmente a cada quien, aquellos telegramas constituían evidencia de un deseo institucional en contrario, cual era mantener la prosecución y garantizar el éxito de los alumnos en su escolaridad a nivel superior. Toda una innovación académica en nuestro país.

En el contexto de aquellos años y, al amparo de la Constitución aprobada por el Congreso de la República de Venezuela, posteriormente promulgada por el Ejecutivo Nacional el 23 de enero de 1961, vio luz la Ley de Universidades que aun se encuentra vigente, luego de cuarenta años de que le fuese impuesto el ejecútese. Una ley que obviamente, ante las nuevas realidades del país y del mundo; con el avance y las transformaciones e innovaciones tecnológicas que se han sucedido; en el marco de una discusión que recién nos llega, cual es la relativa a los nuevos paradigmas no solo cognitivos, sino de aquellos vinculados a la “construcción” del conocimiento acerca de la realidad que deriva tanto de la naturaleza como de las propias realizaciones de la humanidad, una ley repito, que surge en un ámbito de educación superior cuya realidad constitutiva  correspondía a cinco universidades nacionales, todas autónomas, y dos universidades privadas, en la conformación de un mapa fundamental y formalmente escolar que en este nivel educativo correspondía a niveles de baja densidad e impacto poblacional. Por tanto, una ley que hoy, es evidente, se encuentra fuera de contexto.

Es evidente entonces la necesidad de sustituir aquel instrumento de regulación jurídico – política de la educación superior por una de mayor adecuación al mundo actual, tanto en lo académico como en razón de las respuestas que el país desea y espera de un verdadero subsistema de educación universitaria al servicio y atención de los grandes problemas nacionales e igualmente enmarcado en los amplios espacios de la creación científica y tecnológica de hoy.  Esta es una cuestión que en las raíces de su planteamiento, da pie al dialogo de saberes en torno a la universidad como célula que tradicionalmente ha devenido en generadora del conocimiento y sus aplicaciones por cuanto esta es la materia prima con la que realiza su trabajo y cumple sus roles y función social.

En consecuencia, cabe la pregunta: ¿Cómo formular un instrumento de regulación adecuado, que por parte del Estado, establezca el debido y adecuado control sobre las actividades de la educación superior y el subsistema universitario, en función no solo de las necesidades de la sociedad venezolana y el desarrollo nacional, sino además, con una visión de totalidad hacia la producción del conocimiento y los saberes a la vez que en medio de la revolución de los nuevos paradigmas científico – técnicos que signan la sociedad global, postindustrial y postmoderna en la era de la información?. Por lo tanto, ¿Dónde ubicar la primacía, en la definición de los parámetros sobre los cuales ha de moverse dicho instrumento? ¿Acaso ello no corresponde en primer término, al establecimiento del perfil - país deseado en cuanto utopía concreta para establecer, la universidad necesaria a tales deseos de construcción societal.

Si lo que constituye el súmmum de las aspiraciones de la población venezolanas se expresa en la universidad deseada desde las altas esferas del ejercicio de gobierno, entonces, lo inmediato, es diseñar una tras otra, las normas que han de regular las actividades en la escuela de tercer nivel al servicio de la formación de cuadros para el aparato político del Estado. Si, por el contrario, aspiramos verdaderamente a constituirnos en referentes latinoamericanos del conocimiento al servicio de la sociedad y el desarrollo nacional para superar el tercermundismo que nos rige, e ingresar a la postmodernidad, la primera cuestión es asumir el país esbozado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela con el reconocimiento mayoritario de la población y actuar en consecuencia, estableciendo en primer lugar, los lineamientos que dan perfil a la universidad necesaria. Esa es la tarea….



Bismarck Ortiz Rondón
V: 3.627.220



Ciudad Bolívar 14 de enero de 2011

















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